CULTURA

«Killers of the Flower Moon»: Scorsese rumbo a los Óscar

SERENDIPIA   |   Varykino Aarón   |   Marzo 05, 2024

De seguro esto que voy a decir será difícil de leer para muchos, pero para mí, ver que una película es dirigida por Scorsese, no es sinónimo de que sea buena. Sinceridad, ante todo. Pero no me malinterpreten, me gustan muchas de sus películas, en especial The Departed (Warner Bros., 2006), que me parece su mejor trabajo por lejos, al punto que dudé de que él la haya dirigido, pues el estilo de esta era completamente distinto a todo lo que ofrecía su filmografía. En fin, respeto mucho al maestro Scorsese porque su palmarés es envidiable y porque es uno de los abanderados del regreso al cine tal cual lo conocieron nuestros padres, allá por la era de oro del mismo y eso no hace más que pintarlo de cuerpo entero. Apoyo su causa y he visto sus dos últimas películas de más de 3 horas a pesar de considerar que el metraje de las mismas me parecía exagerado de primera impresión. No les voy a mentir, me gustó The Irishman (Netflix, 2019), pero no por la trama en sí, pues me pareció bastante aburrida, sino por la compañía que tuve para verla: mi padre.

El caso de Killers of the Flower Moon (Scorsese, 2023) es un caso completamente diferente de su predecesora, pues a diferencia de los constantes bostezos que me sacaba The Irishman, esta me tuvo en vilo desde el minuto uno, hasta los 24 minutos posteriores a la tercera hora de metraje. La película es exquisita.

No conozco mucho de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica, pero como todos sé que es un territorio extremadamente marcado por el racismo y la intolerancia. Al tener esto en cuenta, me adentré en la película que nos concierne y no tuve problemas con visionarla y entenderla. La historia va de una tribu indígena que fue aislada del mundo (por decirlo así) y encontró en su nuevo asentamiento lo que muchos estaban deseando con locura por entonces: petróleo. La nación se volvió rica en un abrir y cerrar de ojos, siendo la envidia de los ¿blancos? que iban adueñándose del territorio norteamericano por entonces. El poblado florecía gracias a los frutos del denominado oro negro. Lujos por todos lados y a todo dar.

Sin embargo, algo curioso sucedía con esta población indígena, pues si bien eran los verdaderos potentados de la época, su longevidad no iba acorde con la cantidad del dinero que lograban amasar. Extrañamente morían de raras enfermedades a muy temprana edad, dejando su patrimonio a sus consortes «caras pálidas» con quienes habían contraído nupcias. Para la sociedad de entonces no era nada raro, pues achacaban que el deceso de la población indígena se debía a que no estaban acostumbrados a la alimentación del «hombre civilizado». Incluso entre los miembros de su población se desataban encarnizados debates sobre la pertinencia de cruzar sus razas y legado con los «blancos», sintiendo, sobre todo las generaciones más venerables, que aquello era como darles la espalda a sus raíces. La trama del film va por ese lado durante toda la extensión y no voy a hablar más de ello porque sería arruinarles el experimentar uno de los más finos y mejores trabajos cinematográficos que nos ha legado el maestro Scorsese.

El elenco de esta película es una pléyade, como nos tiene acostumbrados los cultores del regreso al cine de la edad de oro: Leonardo Di Caprio, Robert De Niro, actores fetiches de Scorsese, se suman a luminarias como Jesse Plemons (Breaking Bad, ese maldito que tenía a Jesse como una rata de laboratorio), John Lithgow (Shrek, y un largo etc.), Brendan Fraser (que sólo por verlo me llené de una alegría incontrolable), Jack White (de los White Stripes, que no lo reconocí), Lily Gladstone (actriz nacida en la Reserva Blackfeet) y el mismísimo Martín Scorsese. El elenco está a pedir de boca porque todos encajan con una armonía que pareciera que hubieran nacido para esos papeles que encarnaron.

Quiero destacar el papel tanto de Di Caprio como de Gladstone, pues el primero hace gala de un inglés que denota su escaza educación y su, digamos, humilde origen; mientras que Gladstone nos regala un personaje intrigante, atractivo a más no poder, que te enamora con solo mirarte, y cuando habla en su idioma osage, te deja con la sensación de querer saber qué es lo que dijo para poder disfrutar mejor de su expresión tan delicada y exquisita. Su sonrisa es una delicatessen.

La fotografía de este film es excelsa, no hay otra forma de describirla. El trabajo tan cuidado en el uso de colores, composición y esas cosas que valoramos los cinéfilos y estudiantes de comunicación son un tema muy aparte, pero como aquí sé que no todos somos afines a esta carrera, solo les adelanto que visual y sonoramente el film es una obra de arte. Es una película larga, eso es innegable, pero no se dejen engañar por la extensión del metraje, pues yo pensé que iba a ser otro truño difícil de digerir como The Irishman, pero para nada. Fue como si el tiempo se detuviera y sólo quedara la historia que se mostraba en la pantalla. Les recomiendo la cinta con toda la convicción de que es uno de los mejores trabajos de Scorsese y mi firme candidata al Óscar a mejor película; no se arrepentirán de verla, se los aseguro.

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