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Algunos poemas de Byron Isacio
Byron Isacio (Lambayeque, 1991) es lector de poesía.
| Poesía y narrativa peruana / Moscas de bar | Junio 21, 2024
Crítica de la impotencia fáctica.
qué sucede cuando las ideas no coinciden con las palabras,
no encuentran concordancia, un punto de equilibrio entre sí.
cuando se quiere decir lo uno, y el poema dice
a su vez lo otro, lo impensado de algún modo.
el pensamiento es una hoja de relámpago,
al más leve rose de la palabra su luz extingue.
—hay veces que desearíamos escribir con urgencia,
y no conseguimos escribir nada.
arrojamos palabras al río de la escritura
y las palabras supuran, flotan ingrávidas,
así como minúsculos trocitos de corcho
en la superficie pura y brillante de la tienta—
¿qué fuerzas misteriosas operan
en ese territorio disputado
entre el pensamiento y la escritura?
finalmente lo aceptamos.
a regaña dientes
el poeta opta por la austeridad,
la pulcra servidumbre de su lengua.
y está bien que el poema busque su acomodo y se nos resista:
¿cómo iba si no
la poesía
a encontrar su camino a la luz?
nueve de enero: [día de un genocidio]
en medio del sopor y la insolencia me siento a escribir.
mitigo en el denso mar de las palabras
y su membrana oscura,
así como un espectro en el seno de un charco de sal
y lodo.
todos los días llevo esbozos de poesía
en papeles sueltos que luego prendo fuego
para luchar cuerpo a cuerpo contra el frio de vivir.
todos los días enciendo mis
lámparas de azufre,
escribo, y me muero un poco. me muero lento.
¿es verdad que la escritura es un oficio del vacío,
una tarea oscura que no nos dice nada y en nada ayuda, que no acompaña a nadie
y no drena ninguna herida?
quisiera saber entonces:
¿de qué sirvieron nunca mis afanes?
¿para qué estas metáforas inocuas,
este inflexivo palimpsesto de escritura,
si no va a detener el flujo de la sangre despeñada
en los casquillos de las balas y la porra?
heme aquí el país de la apremiante mansedumbre.
el reino enrarecido de todo lo inmanente.
la región del luto y de la lágrima.
sobrevivo en el sur de este país,
así como al borde amordazado de una niebla,
donde la incertidumbre remolinea en el aire,
y todo lo que percibo se recubre en gas pimienta.
vuelvo a la escritura con la terrible aflicción
de quien vuelve a casa, y sabe
que hoy allí no lo espera nadie.
trascribo estas pocas palabras, inútilmente,
como quien se zurce un suéter junto al pecho.
ah cuánto desamparo en el jardín del alfabeto.
¿no es absolutamente ridículo sentarse a escribir?
las cartas de amor.
(homenaje Joan Margarit)
no insistas en guardar las cartas de amor,
entre tus viejos libros, entre tus vestidos.
el hombre no es sino la inhóspita sentencia
de un tiempo que transcurre,
y por desgracia, no le pertenece.
las cartas de amor, con los años,
ya no significarán nada. la vida
te habrá pasado por encima, atropellándote.
y únicamente después de unos años
o decenios, empezarás
a descubrir sus marcas perpetuadas
hondamente en la piel.
es así. puedes aceptarlo o no.
con los días en declive vivimos todos,
acribillados de sueños fraudulentos
y la trémula succión de horas
que transcurren idénticas a nada.
nunca guardes las cartas de amor.
tarde o temprano descubrirás que es mayor la vida
que un tercio de frases en desuso.
la palabra es el instante: no nos pertenece.
la esfera que ya no te contiene.
de pronto deja de importar. piensas en él o ella
como se piensa en cualquier cosa, en un hecho
sin precedentes. si por error o curiosidad miras
la foto en la que salen juntos, y no te dice nada
el cielo gris de la memoria, cierras el álbum
al igual que se cierra una puerta, cualquier puerta.
si a tu vez dices su nombre, no encuentras sino
el resabio de un palpable vacío, la sola envoltura
donde el tiempo carcomió lo que hubo dentro.
y luego, pues, nada.
esto es precisamente lo que me sucede contigo.
al cabo de los años lo empiezo comprender:
el amor es la estafa que le hacemos al destino
para no estar solos, con uno mismo. solos.
la vida tiene que seguir.
hay veces que el alma amanece cabizbaja,
a ras de extramuros.
con qué trémula fricción
nos agobia la sensación de que las horas
se desmorona a mayor velocidad,
y las comunitarias manecillas del reloj
nos parecen balas percutidas por el tiempo.
¡no hay ganas de vivir!
de dar un solo paso, de avanzar…
se nos anuda la vida en la garganta.
es demasiado cruel su turbulencia.
no lo puede uno deglutir.
cuesta contener su peso con el cuerpo.
por obligación abandonamos
los dormitorios, y la piel se nos queda
entre de las sábanas.
desollados, desfallecidos
recibimos el sol en carne viva, a sangre desatada.
casi de milagro nos mantenemos en pie,
y huimos de puntillas.
benévolo lector:
este no es otro intento de poema;
es un acta de defunción.
no obstante, tu vida tiene que seguir.
Ilustración: OIP.s_fwgcF3gBi3uOnP60_gGAHaEB (1088×590) (bing.com)
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