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Técnicas de masturbación para combatir la soledad (Sasha Grey y el porno actual)

  |   Álvaro Dí­az Dávila / Criaturas extrañas   |   Marzo 02, 2012

Uno: Sasha Grey tiene una mirada salvaje. Sus ojos rasgados son osados y petulantes, adormecidos de tanta autosatisfacción y morbo. Su lascivia es tan natural que nos resulta inquietante. Cuando mira a la cámara Sasha suele hacer una media sonrisa irónica y malvada; como si nos estuviera diciendo: sé lo que te gusta, no te resistas, sólo húndete. Actualmente Sasha está retirada, pero su imagen como nueva reina del porno todavía sigue vigente. La trascendencia de Grey es excepcional. En una sociedad donde el consumo de pornografía todavía es para muchos una incomodidad y una vergüenza, ella dejó bien en claro que lo hacía porque le gustaba, que “había nacido para eso”. A su valentía por mostrarse orgullosa hay que sumarle su inteligencia, sensibilidad y sí, por qué no, su talento. Lectora de Nietzsche y Camus, amiga de Billy Corgan y protagonista del filme The Girlfriend Experience del director de Traffic, Steven Soderbergh, Sasha Grey ha significado una especie de liberación intelectual para todos aquellos que se complicaban la vida intentando explicar cómo puede ser tan atractivo, intenso y conmovedor algo tan grotesco y animal como el porno. Hace un par de años Sasha Grey asistió a un Talk Show conducido por Tyra Banks, algo parecido a los que hacía Mónica en nuestra televisión local; es decir, el típico programa masivo y convencional en el cual muchas familias intentan resolver sus vidas observando la vida de otros. Allí, Sasha, rodeada por la postura moralista de Tyra y por la mirada aterrada y nerviosa de decenas de jovencitas en el set de grabación, afirmaba con total soltura que le gustaba el sexo anal, que había hecho un Gang Bang con 15 hombres y que la primera vez que tuvo sexo frente a cámaras, fue a los 18 años, con Rocco Sifredi y que a este le pidió, en medio del frenesí sexual, que le clavara un puñete en el estómago. El set enmudeció y solo se escuchó un respiro hondo generalizado. Ooooh. Las cosas como son, chicas.

Dos: Tal parece que la pornografía ayuda a combatir la soledad y la angustia (o por qué no, la tristeza también). En noviembre del año pasado la revista Newsweek publicó en portada una alarma: existen en Estados Unidos un aproximado de 9 millones de personas adictas al sexo. Es decir, adictos de verdad, gente con problemas serios, y que sus vidas, sus familias y sus trabajos se están yendo al garete por esa obsesión. Ante tanta demanda de atención se calcula que hoy en ese país existen unos 1500 terapeutas específicamente sexuales. Y hay más cifras endemoniadas: 40 millones de personas al día ingresan a las más de 4 millones de páginas porno que existen tan solo allí, en Estados Unidos, el país donde uno de sus ex presidentes no resistió la tentación de que su secretaria le hiciera sexo oral. 

Tres: ¿En dónde radica la atracción del porno? No lo sé. Observamos a Sasha Grey y nos damos cuenta que una de las respuestas puede estar en el miedo. La pornografía implica necesariamente transgresión, ruptura, bucear en una profundidad desconocida. Ver una porno es una invitación al abandono y al autodescubrimiento de cosas que quizás no quieres conocer. Por ejemplo, es clásico –y cómico- el testimonio de muchos hombres que afirman que no ven sexo gay por miedo a darse cuenta de que en el fondo eso les gusta. No estás viendo porno si no estás totalmente involucrado con lo que estás observando. Eres necesariamente cómplice. David Barba y Javier Montes publicaron el libro ganador de un premio Herralde “La ceremonia del Porno”, donde afirman que “es imposible no sentirse perturbado en lo más hondo de uno mismo al ver porno. No es cierto, claro, que todo el porno resulte para todos igualmente perturbador y misterioso; pero sí que para todo el mundo hay al menos cierto porno profundamente conmovedor”. Sasha Grey intuye muy bien ese autodescubrimiento sexual por eso disfruta siendo asquerosa y brutal. Sabe muy bien que la sexualidad también puede ser autodestrucción y por eso te mira como poseída, un poco triste a veces, hermosa de una manera hiriente. Ella lo sabe y lo disfruta.

Cuatro: Me pregunto qué habrá pensado cualquier colegial de Illinois o California o Washington al enterarse que esa persona adulta, a quien le han entregado la responsabilidad de manejar el país más importante del mundo, abrió la cremallera de su pantalón para introducir su pene en la boca de su robusta secretaria. Es inevitable que aquel jovencito no haya imaginado la polla colorada de Clinton siendo succionada por Lewinsky y es inevitable que no haya imaginado los gestos tensos y exaltados de su rostro enrojecido por el placer, y es probable también que haya imaginado cómo el semen de su presidente caía sobre el rostro, la boca, o los ojos de la bella gordita. En fin, a lo que quiero que llegar, es que en la imaginación de este jovencito no ha habido otra cosa que una escena porno, una escena porno en medio de la Casa Blanca y comentada por un país entero, una escena porno que ha ingresado en la vida de todos los estadounidenses para siempre. No dejo de pensar en Clinton como la representación de esa angustia generalizada del hombre común, rodeado de responsabilidades pero tan solo por dentro, que no tiene otra vía de desfogue que la eyaculación.

Cinco: ¿Debería sorprendernos el hecho que 40 millones de personas estén masturbándose a la vez? Imaginen esto: unos extraterrestres llegan desde el espacio a conocernos y descubren que una cantidad de personas —equivalente a llenar 375 veces el estadio Santiago Bernabeu— están agitando sus manos y sobando sus miembros sexuales, en lo que parece ser un trance hipnótico unipersonal. La escena es descabellada, pero es cierta. “El hombre es solo un animal que se masturba”, pensarían, y a mí me da por creer, más allá de la alarma de la revista Newsweek, que si lo hacen tantas personas —tantas veces por tanto tiempo— es porque nos produce una sensación de alivio. Y no me refiero al alivio de la típica tensión sexual, sino, digamos, un alivio metafísico, un descanso emocional ante la angustia y la paranoia de continuar con vida. No sé, quizás sea una exageración.

Seis: El internet y el ensimismamiento sexual parecen haber contraído un matrimonio poderoso. Afirman los especialistas que, a diferencia de Europa, Estados Unidos como sociedad es inmadura, básicamente adolescente, y ya sabemos toda la angustia contenida que puede almacenar un adolescente sobre todo en territorio sexual. Además, ¿qué puede ser más certero y consolador que el placer obtenido por uno mismo?. El porno es una de las industrias más rentables en Estados Unidos, muy por encima de Hollywood, y nosotros, los sudacas, solo consumimos el porno gratuito y desechado que nos ofrece XVIDEOS y vaya que el material es no solo abundante —pareciera que infinito— sino también asombroso. El porno ha entrado a nuestras vidas a tal punto que ha modificado nuestra manera de afrontar nuestra sexualidad. Es posible que todo lo que imaginamos en relación con el sexo sea una extensión de lo que ya hemos visto en las pantallitas de nuestras laptop. Las poses, las palabras, la agresividad, el juego de roles, todas esas acciones son cada vez más permitidas y aceptadas y estoy seguro que el porno es el que está abriendo esas puertas. La sexualidad parece haberse convertido en el nuevo patio de juego del hombre común, y Sasha Grey es nuestra madre redentora. Anda, ve y hazlo sin culpas hijo mío.


Foto: pertenece a vice.com y fue tomada por Richard Kern

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