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Razón vs. Emoción

| Andrés Noria / En Sepia | Mayo 05, 2011
Luego de una tediosa guerra frÃa con sus padres, y con el pretexto de la despedida, he logrado que Luciana se mude a mi piso unas semanas. Por momentos pienso que ha sido un error, y que esto no hará menos dolorosa nuestra inevitable separación a manera de una muerte anunciada; sino todo lo contrario.
Por las mañanas salimos a caminar al Parque Sur, que está a espaldas del piso, lo hacemos sin apuros de ninguna clase, remembrando el pasado y planificando el futuro. Sus altos árboles crujen con el viento, haciéndolo parecer al parque más añejo y encantado, están allà a manera de testigos silenciosos, de fiel compañÃa. Hay mucha gente común a este parque, que metódicamente a determinadas horas del dÃa salen a correr, pasear sus perros o simplemente a tomar aire. La señora de los golden retrivers por ejemplo, sale todos los dÃas a las seis y media de la mañana con uno en cada mano, luego los suelta para que corran, mientras que ella se fuma un porro escondida entre los árboles. También está la pareja de ancianos de las siete y media que salen a hacer footing por todo el perÃmetro. Luciana los mira, sonrÃe y dice:
- Asà seremos nosotros de viejitos Andrés, unidos para todo.
Lo inocente de su comentario me hace gracia, y suelto una sarcástica sonrisa. Ella frunce el ceño y agrega:
- ¿Qué pasa?, ¿no crees que lleguemos a formalizar nuestra relación al punto de llegar a esa situación?
- No se trata de eso Luciana; claro que lo nuestro es en serio, pero de aquà a verme contigo en esa situación, falta muchÃsimo, podrÃan suceder miles de cosas; es más, siendo optimista y suponiendo que lleguemos a esa edad juntos, dudo mucho que a esa edad yo quiera compartir más momentos juntos -bromeo como para calmar los ánimos-, hay que ser un poco realistas ¿no crees?
- ¿Siendo optimista?, ¿suponiendo?, ¿tan poco apuestas por lo nuestro?, me suelta la mano y se recoge el cabello detrás de las orejas. Yo apuesto por lo nuestro a ganador, pero tú no por lo que veo.
Percibo que la proximidad de mi viaje y el hecho de estar viviendo juntos, la han puesto algo sensible y un poco a la defensiva; trato de comprenderla y de ser más sutil con ella.
- No digas eso Lu. Trataba de ser un poco objetivo simplemente. Tú sabes lo mucho que significas para mÃ.
- Sabes una cosa Andrés, tu maldita objetividad va a hacer que todo esto se vaya por el desagüe con la primera golfa que se te cruce por el camino.
La conozco, y sé que la palabra golfa casi siempre antecede a uno de sus detestables ataques de celos. Tengo que pararla.
- Escúchame - subiendo el tono. Yo solo te hice una broma, si estás estresada por los resultados de tus exámenes o por la cercanÃa de mi viaje, no tienes porque desahogarte conmigo.
Se detiene y se cruza de brazos de manera desafiante; y más alterada que al principio agrega:
-Como tú dices, seamos realistas por un momento: ¿qué pasarÃa si conocieras allá a otra mujer mucho más bonita e inteligente que yo, que ame los libros como tú y para colmo sea bohemia? Porque esas son las que te gustan creo, esas que se embriagan, se quedan a dormir en casa de hombres que recién conocen y que fuman esa cochinada ¿no?, ¡responde carajo!, ¿qué harÃas?
Sus ojos se humedecen y una visible rabia e impotencia la invaden. Miro a los malditos ancianos a lo lejos, saco un cigarrillo y lo prendo. Medito lo que acaba de preguntarme y por un momento dudo en que responder. Fumo de mi cigarrillo profundamente con el fin de tranquilizarme un poco y de seguir debatiendo.
- Yo hasta el momento lo he dado todo en esta relación y tú no tienes el derecho de sentenciarme antes de haber siquiera cometido el crimen. Lo que pasa es que tus enfermizos celos al final siempre embarran todo Luciana; me celas con tus amigas, con las mÃas, con escritoras que viven al otro lado del mundo, hasta con los personajes que invento; ¿no te parece que ya estás llegando demasiado lejos?
- Será quizás porque hasta ahora yo no me reconozco en ninguna de esas mujeres que se acuestan con los protagonistas de tus novelas; o por la forma como disfrutas de la compañÃa de esas locas amigas de AnÃbal.
- No empieces con eso Luciana que ya hemos hablado de eso; tú sabes perfectamente por qué en ocasiones departo con ellas.
- De verdad creÃste que yo me comà ese verso de la caza de estereotipos y la recopilación de experiencias para tus novelas. Si tomas con ellas es porque simplemente te gustan y te las quieres montar; asà que por favor, si aún me tienes un mÃnimo de respeto, no vuelvas a mencionarme siquiera ese argumento estúpido.
Se le ve algo cansada; una chispa de resignación más que de conformidad brilla en sus ojos. Reanuda la marcha y dice:
- Regresemos por favor.
Ya en el departamento, me dispongo a preparar el desayuno. La caminata de regreso parece haber calmado un poco los ánimos. Luciana entra al cuarto y comienza a quitarse la ropa, se dispone a entrar a la ducha. No sé que gana cubriendo su desnudes cuando está enojada, pareciera que me quisiera castigar de alguna forma; al fin y al cabo, el recato siempre me ha excitado más que lo atrevido.
- ¿Tienes clases hoy? - le pregunto desde la cocina.
- Por supuesto, es miércoles, ya deberÃas saber mi horario de clases. Asà cualquiera te puede poner los cuernos con facilidad.
Por su respuesta deduzco que aún sigue algo enojada por la conversación del parque, y asumo que habla por la herida. Por otro lado, su tono de voz me dice también que está cediendo y que es el momento de atacar un poco:
- Hay mujeres que no nacieron para poner cuernos, se les hace muy difÃcil, aterrador, y hasta vergonzoso. Tú por ejemplo perteneces a ese grupo.
Luciana suelta una gran carcajada.
- Te sientes muy seguro ¿verdad? - grita desde la ducha. No estarÃas tan seguro si vieras la cantidad de hombres que me miran, media Universidad matarÃa por acostarse conmigo.
SonrÃo en silencio, por lo que dice y sobre todo porque está cayendo en mi juego.
- Ninguno de ellos es Andrés Noria, asà que no tengo porque preocuparme. Además estoy convencido de que la mujer que he elegido no es ninguna puta; si de algo me siento seguro es de eso, de que eres una mujer en todo el sentido de la palabra. Por eso te amo también.
Se queda callada unos segundos, y luego, con un tono totalmente diferente agrega:
- El agua esta deliciosa, ¿no te vas a bañar?
Dejo el desayuno continental a medio terminar, me quito la ropa rápidamente y entro en la ducha.
La tomo por la espalda, beso su cuello, acaricio sus pezones.
- Debiste mudarte hace mucho - le susurro en la oreja.
- Tómate tu tiempo - murmura. Recuerda que estamos en tu casa.
Foto: Joy Paz
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