CULTURA
La novena en la catedral

Gerardo Carrillo | Gerardo Carrillo | Abril 10, 2012
El reloj marca la nueva hora trágica de la ciudad al caer el sol: 6:57. Izaga y Balta me reciben con esos malditos invasores al volante (hay un huevo de amarillos). Voy en una recta intransitable hacia la catedral. Es una noche irrepetible de Beethoven en la casa de Dios y de los indeseados hermanos gallinazos. Es un himno a la alegrÃa en la incomprendida capital de la suciedad, un aletazo cultural entre el desorden, la indiferencia y el abandono. Pero una sonrisa al fin, alegrÃa a pesar de algunos errores en la organización y el comportamiento del público.
La entrada principal de la catedral luce gente en cola que aparentemente ya no podrá entrar. Llego con Tavo y al rato nos encontramos con Carlos y MartÃn, amigos músicos. La seguridad cierra las puertas frontales y la gente reclama. Quise creer que era por medidas de seguridad muy bien planificadas, pero los minutos desmentirÃan mis suposiciones. Al instante aparece el obispo subiendo las gradas en la puerta principal y algunos se acercan para recibir bendiciones; nos mira al pasar quizás esperando la misma reacción de nosotros que solo atinamos a mover la cabeza y a observarlo a un par de metros. El concierto está por comenzar.
Alguien de la organización olvida cerrar las puertas laterales y todos entramos como ratas siguiendo la pista. La novena de la Orquesta Sinfónica Municipal de Piura comienza su inaudita y plausible presentación en Chiclayo. Una linda angelita me entrega el programa de la noche (probablemente sea difÃcil encontrarla los domingos ¿o sÃ?). Me acomodo al fondo junto a mis amigos. La vista me parece impresionante, la gente ha respondido con volumen de misa en fiesta importante, como cuando aún en un colegio ultra católico debÃa asistir a esas manifestaciones de religiosidad. Para mà es un reencuentro con la historia, con la Rose Meridionale de Gustave Eiffel, con aquel recinto neoclásico que diseñó en 1869 y que fue construido en varias etapas hasta 1939. Y la verdad también un encuentro con aquella sensación de extrañeza que me produce el interior de cualquier iglesia. Pero esta noche Beethoven, la maravillosa Orquesta Sinfónica de Piura, la Coral de La Schola Cantorum –integrada por limeños y chiclayanos– me devuelven al sitio “prohibidoâ€.
Rápidamente la sinfónica envuelve a casi todo el público, que observa embelesado por este encuentro tan poderoso con la música en un concierto nunca antes visto. La mayorÃa salvo por algunos imbéciles que llegan para hablar en mancha. Como uno de los cinco chicos que detrás de mi sitio y con celular en mano suelta “habla chato, qué tal, te paso con la gente para que te saludeâ€. Incluso otro por tratar de demostrar conocimiento le dijo a un tercero “esa canción es de Sebastian Bachâ€. Y lo peor de todo es que son estudiantes de la escuela de música, me aclararÃa luego un experimentado guitarrista egresado de la López Mindreau.
La sinfónica otra vez se impone a la estupidez, no importa el calor ni el sudor ante la intensidad que el director José Quezada Macchiavello desplaza en cada movimiento. Fuerza que obedecen los músicos y el coro hasta hacer que al menos mitad de los asistentes –salvo los invitados muy bien sentados– interrumpa en varios momentos la novena con enfebrecidos aplausos, gesto inoportuno, pero sincero en un público que no tiene experiencia en este tipo de conciertos. La capital de la amistad cree tener un gesto, pero el director comprensiblemente lo rechaza hasta en dos ocasiones. En una tercera ocasión ya no se molesta en reclamar al público y continua indiferente ante un aplauso que debió ser guardado con toda la excitación para el final. Por eso necesitamos más conciertos semanales, más eventos, más cultura. No sabremos aún comportarnos, pero tenemos ganas de asistir, de aprender mucho, como cuando cerraron las puertas frontales y los chiclayanos comenzaron a gritar “queremos entrar, queremos entrarâ€.
Finalmente, en más de un momento siguió ingresando más gente y la poca seguridad hacÃa vanos esfuerzos por controlar algo que obviamente no estuvo bien planificado. Un temblor y el caos total. No se puede primero prohibir la entrada porque ya está lleno, y luego abrir, y luego cerrar las puertas para finalmente dejarlas abiertas. Todo esto un atentado contra la vida en medio de tanta turbulencia sÃsmica en este 2012 que tiene la sombra mediática de los mayas. Además, las puertas abiertas traÃan la bulla de la noche chiclayana, que más los murmullos, llamadas caletas, conversaciones explicativas hacÃan perder presencia a la sinfónica. Al menos desde nuestra ubicación y según mis amigos músicos la acústica no es buena, el lugar no es el indicado, y además las luces cambian sin acompañar adecuadamente a la sinfónica entre el amarillo, el rojo, el verde y el azul.
Luego de más de una hora la gente al fin puede soltar el aplauso en toda su magnitud, y a pesar de algunas fallas de la organización y reacciones del público, este concierto “deberÃa marcar un hito y dar inicio a una actividad de difusión musical en la ciudad con continuidadâ€, como bien menciona –ojo– el director de la Orquesta Sinfónica Municipal de Piura, no de Chiclayo. Hace 25 años tuvimos a la Orquesta Sinfónica de Lambayeque que contó con el auspicio de empresas privadas, pero la dejaron morir. “Fue la primera orquesta juvenil que se formó fuera de Limaâ€, recuerda el director José Quezada Macchiavello, el mismo de esta noche y de aquella orquesta lambayecana que perdimos.
Salà junto a mis amigos, son más de las 8:30 y a lo lejos se escucha a un evangelizador en medio del Parque Principal batiéndose en altavoz –con la furia del iluminado– contra el espectáculo de la catedral. Al menos eso me pareció cuando ladeamos el parque antes de ir a comprar unas cervezas necesariamente heladas. Al momento alcanzo a leer en el programa precisas palabras del director que buscan que esta noche no sea solo para el recuerdo: “la continuidad ha de depender justamente del concurso de las instituciones y empresas, asà como del apoyo de las autoridades. Se debe tener presente que si bien el desarrollo cultural requiere como fundamento de un desarrollo económico, si no se apunta hacia un progreso cultural el bienestar puramente material es insuficiente, la prosperidad será siempre falaz, inconsistente… invito como director de esta Novena SinfonÃa de Beethoven en Chiclayo a unir esfuerzos para que esta ciudad tenga los conciertos, la Orquesta y el Gran Teatro adecuado que se merece como centro… de todos depende que hoy sea el inicio y no simplemente un enorme esfuerzo sin continuidadâ€. Por eso ya es momento de que los chiclayanos griten en la puerta del municipio queremos cultura, queremos cultura sin más basura.
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