Política

¿Chiclayópolis o Robópolis?

La columna del director   |   Gerardo Carrillo   |   Julio 31, 2014

La nueva ambición del arquitecto Alberto Ortiz Prieto no debería llamarse “Chiclayópolis” sino “Robópolis”. ¿Qué puede esperar Chiclayo del exrector, hoy para muchos “rector en las sombras”, de una universidad que despilfarró el dinero de los estudiantes en kermeses, en contratar a reinas de belleza, a cómicos y orquestas nacionales para celebrar “su supuesta extraordinaria gestión”, y en utilizar el dinero en campañas sociales que principalmente buscaban proyectar su imagen como político?

El mismo tipo que despedía a docentes opositores a su gestión y que luego el Poder Judicial le exigía indemnizarlos y reponerlos, el mismo que satanizaba a estudiantes que denunciaban lo evidente (algunos del equipo de Locheros estuvimos en esa lucha): la corrupción, el autoritarismo, la megalomanía; el mismo que becaba a una sarta de oportunistas que hoy ven complicadas sus vidas sin la mamadera y sin tener la menor idea de cómo ejercer los títulos profesionales que les regalaron. 

Los electores deben tener claro que la universidad no figura, ni ha figurado y probablemente no figurará ni siquiera entre las mejores 50 del Perú, ¿por qué dice alucinado que convirtió a la UDCH en una especie de Harvard norteña cuando hay universidades que han abierto después de varios años de funcionamiento de ella y ahora la superan largamente? Y lo peor, en una región donde todas las universidades tienen un nivel muy bajo (sino pregúntenles también a los Acuña).

Y va en busca de sus delirios de emperador nada menos que en el partido de su modelo noventero, del delincuente mayor, del dictador encarcelado que prostituyó a la prensa y a la televisión con programas digitados por Montesinos y que solo buscaban volver estúpidos a las masas con programas quizás peores de los que hoy sufrimos. El discípulo del sistema corrupto que implantó Alberto Fujimori ahora quiere ser alcalde de esta ciudad sumida en el caos por otro incapaz (Beto Torres), y esto los ciudadanos conscientes lo deben evitar. No se puede ir de mierda a más mierda.

También deben tener claro tanto Ortiz Prieto, los electores y otros candidatos que no todos los medios venden sus portadas o sus entrevistas por un aviso publicitario, que hay medios que no canjean una entrevista por un anuncio, que no se puede comprar a todos con puestos de trabajo o con una bolsa de azúcar, que hay ciudadanos siempre dispuestos a levantar su voz de rechazo ante las intenciones de seres retorcidos de gobernar esta ciudad.

El megalómano, el mismo que le fascinaba que sus seguidores le cantaran cual Jesucristo “yo tengo un amigo que me ama, me ama, su nombre es Ortiz”, tiene el repudio de políticos, ciudadanos, de muchas personas de bien de esta ciudad y de personajes mediáticos. Se lee por aquí y por allá, ayer y hoy “Es el Montesinos de Chiclayo” (Alcides Chamorro, ex integrante de una Comisión de Fiscalización del Congreso), “Este sujeto es un claro ejemplo de la atroz situación política de Lambayeque y el nivel moral que se ha impuesto en los últimos años” (Klaus Honninger, ex candidato a la vicepresidencia regional de Lambayeque), “Los chiclayanos no nos podemos equivocar y darle a nuestra heroica ciudad una autoridad que no merece (Nery Saldarriaga, ex presidenta regional de Lambayeque).

A propósito de Ortiz Prieto y otros candidatos, recuerdo que el filósofo rumano Emil Cioran en su libro “Breviario de podredumbre” incluye una cita de Diógenes Laercio (el historiador) que detalla que Diógenes de Sínope (el filósofo cínico) al entrar a la casa de un rico y poderoso, este le condiciona: “sobre todo no escupas en el suelo” y “Diógenes sin encontrar un lugar más sucio donde escupir… le escupió en la cara”. Quizás eso es lo que se merezcan corruptos, delincuentes, dictadores y otros “locos” por el poder y por las arcas de Chiclayo y de nuestro país.

 

Ilustración: Arturo Belano.

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