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El evangelio de la carne: pasiones y fe

  |   César Vargas / Muchas pelí­culas   |   Noviembre 02, 2013


“El evangelio de la carne” (2013) es el tercer largometraje de Eduardo Mendoza. A diferencia de sus trabajos anteriores, este es un proyecto personal y lo asume como tal. En cuanto a la forma, se enfrenta a muchos de los ‘clichés’ del cine peruano, pero la exhibición de la violencia física y verbal, la pobreza o la delincuencia no son gratuitas, están sostenidas por una buena dirección de actores y por el uso atinado de la cámara que en los mejores momentos transmite el vértigo y la inestabilidad emocional de los personajes y de las situaciones.

La película muestra personajes con vidas marcadas por la incertidumbre y la fatalidad, que se manifiestan dentro de su cotidianeidad  o en situaciones límite. La trama se sostiene en tres personajes como ejes principales. Narciso, Vicente Gamarra y Félix, tres hombres penitentes de distintas edades y que agonizan en un ambiente hostil.

Narciso (Sebastián Monteghirfo) tiene la pasión por el fútbol como vía de escape de una vida familiar atormentada. Sin embargo, rechaza la violencia del ‘barra brava’ y más bien se siente responsable por la vida de sus compañeros. Es un líder joven, que usa la palabra antes que la fuerza física, un tipo leal ante cualquier circunstancia. Su imagen recuerda por momentos la figura legendaria del futbolista ‘Lolo’ Fernández, ambos con la ‘U’ marcada en la piel y dispuestos a entregar la vida por el equipo de sus amores.

Vicente Gamarra (Giovanni Ciccia) en su condición de policía encubierto está permanentemente al borde de la legalidad así como su esposa (Jimena Lindo) al borde de la muerte. Sus condiciones manifiestan desesperación y sobre todo un irreversible deterioro –físico y moral– ante el cual sólo los sostiene una fe ciega, inconsistente, pero fe al fin y al cabo.

Es la misma fe que tiene Félix (Ismael Contreras), quizá el mejor personaje de los tres, y que lo lleva al martirio como expiación de sus pecados. Él lleva su condena en el alma y su penitencia tatuada en la piel, su dolor puede ser el de un santo o el de un condenado. Ello le otorga una dualidad trascendente que transita entre una barraca de falsificadores y la hermandad del Señor de los Milagros.

Destacan como secundarios Lucho Cáceres, compañero intransigente del personaje de Giovanni Ciccia, su actuación es concentrada y solvente. También Norma Martínez, hermana del personaje de Jimena Lindo, en un registro grave y premonitorio.

“El evangelio de la carne” crea una representación urbana oscura. Pese a presentar elementos reconocibles como peruanos, logra evadir localismos en beneficio de un historia bien contada, aunque exagerada en las elipsis temporales. Su mayor mérito tal vez se encuentre en la descripción de las pasiones y de la fe como motores elementales en la vida de las personas.



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