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Bola de fuego: el amor en los tiempos de Hollywood

| César Vargas / Muchas películas | Septiembre 04, 2012
Cuando Hollywood era una “fábrica de sueños†y tenÃa la capacidad de reunir a los más destacados profesionales del cine para producir pelÃculas en serie, los resultados eran variados, pero siempre estimables. “Bola de fuego†(1941), bajo la dirección de Howard Hawks, es uno de esos casos de pelÃcula made-in-hollywood, bienintencionada y entrañable.
Además de Hawks, los créditos incluyen a Billy Wilder y Charles Brackett en el guión, Alfred Newmann en la música y a Gregg Toland, Edith Head y Howard Bristol dentro de lo más destacado de algunos de los apartados técnicos (fotografÃa, vestuario y decoración respectivamente).
El guión escrito por Wilder y Brackett va de la siguiente manera: un grupo de ocho sabios son financiados por una fundación para escribir una enciclopedia donde reúnan todo el conocimiento posible y, de paso, reivindiquen el nombre del fallecido director de la fundación. El más joven de ellos, experto en gramática, decide salir de ese “encierro†y actualizarse en el uso del argot lingüÃstico callejero. En ese recorrido, conoce a una bailarina de cabaret involucrada con la mafia. Esta presencia femenina modificará la rutina de todos ellos, desencadenando en el romance que nace entre ella y el profesor de gramática.
La pelÃcula podrÃa desarrollar algunas de los diversos temas que va presentando: la reunión del conocimiento universal, los alcances del crimen organizado o la soledad en una sociedad que crece aceleradamente. Sin embargo, este no es caso. Como muchas comedias de la época, lo importante no es el contexto sino lo pequeño, lo cercano, lo personal. Todo –personajes, situaciones, etc. – es una excusa para presentar el romance entre dos personalidades opuestas. Esas dos personalidades están encarnadas por dos leyendas: Gary Cooper y Barbara Stanwyck. El primero en un registro poco usual y la segunda en una de sus mejores actuaciones en comedia.
Hawks, con experiencia en este tipo de pelÃculas, da buen uso a un guión con diálogos tan cómicos como desfachatados, dirige con solvencia a su pareja protagónica y al grupo de secundarios. Destacan los otros siete profesores, cada uno erudito en una materia, pero torpes en su forma de vivir. Su presencia aporta gracia y fluidez a la pelÃcula. Estos genios, mayores en edad, pero niños de sentimientos, son graciosos en todo momento, ya sea cuando discuten entre ellos o secundan las peripecias románticas del personaje de Cooper. De hecho, para la construcción de sus personajes, el guión tiene como referencia a los enanos de la versión animada de “Blancanieves†(Walt Disney, 1937), hombrecitos de buen corazón, sabios de niñez eterna.
Cada encuentro entre los personajes de Cooper y Stanwyck, cada etapa de su relación, cada diálogo, cada mirada, buscan mover el afecto y lo consiguen. Ambos, aislados por una forma de vida que no escogieron, se dejan llevar por sus sentimientos. Y la pelÃcula espera que el público, aislado por sus problemas, se deje llevar por ese optimismo pre-fabricado capaz de superar todo lo que se le ponga al frente.
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