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Sin compasión: entre el bien y el mal

Esta semana, el Cineclub de Lambayeque presenta “Sin compasión” (1994) de Francisco Lombardi. Esta película está incluida dentro del Ciclo Previo al I Encuentro Nacional de Cine, organizado por la Escuela de Comunicación USAT. Comentaremos ahora la película que cuenta con las actuaciones de Diego Bertie, Adriana Dávila, Jorge Chiarella, Marcello Rivera, entre otros.

  |   César Vargas / Muchas pelí­culas   |   Abril 17, 2013

“Sin compasión” (1994) es una de las películas menos conocidas y más interesantes de Francisco Lombardi. El guionista Augusto Cabada se basa en la novela “Crimen y castigo” de Fiódor Dostoievski y le otorga al director una crónica de la irracionalidad y el sufrimiento.

Más que la estructura narrativa -que por momentos es negligente- se presta atención a la construcción de atmósferas, de espacios mentales. El mundo del estudiante Ramón Romano (Diego Bertie) -al igual que el de Raskolnikov- es limitante, asfixia y perturba.

Cercana a los planteamientos de “Maruja en el infierno” (1983), donde la marginalidad se retrataba con un realismo crudo, “Sin compasión” revisa la podredumbre en este mismo registro pero para universalizarla. En ese sentido, la ambición estética y de contenidos es superlativa. La película plantea separarse de la cotidianeidad para dar un mensaje total, abstracto y humano como lo hace la novela en la que se basa.

Tanto Ramón como Sonia (Adriana Dávila) viven refugiados en la podredumbre, se soportan y complementan en la lógica del penitente, el dolor para ellos significa el camino de la liberación. En razón de ello, son muchas las referencias filosóficas y doctrinarias sobre la condición humana. Si Ramón representa en cierta medida al superhombre de Nietzsche, Sonia bien puede ser el modelo de santidad al que apelaban San Agustín o Santo Tomás de Aquino. Ambos personajes ansían un nivel superior de moral y de ley, de libertad total de los asuntos materiales y exaltación del alma.

Como contrapesos de Ramón y Sonia, los personajes secundarios son el retorno a lo cotidiano y próximo. Rázuri (Marcello Rivera), único amigo de Ramón, seguidor fiel del compañero al que admira y apoya incondicionalmente. Al tiempo, Velaochaga (Hernán Romero), millonario y mundano, representa la antítesis directa de la ‘santidad’ de Sonia y el ‘agnosticismo’ de Ramón. Si en aquellos el dolor los libera, para Velaochaga el hedonismo y las pulsiones eróticas son su medio y finalidad de vida. Como tercer secundario, aparece el mayor Portillo (Jorge Chiarella). Su presencia irrumpe en la trama y aporta un lado inquisidor, confronta la lógica de Ramón y su prédica casi fanática. Portillo es un tipo pragmático, honesto e implacable, sus métodos recurren al mejor legado del cine policial, siempre atento, moviéndose dentro del subtexto de la trama principal.

La película sigue varios frentes. Por el lado de la estructura narrativa se aproxima al thriller, al policial, al melodrama y al cine de tesis. Lombardi oscila por todos ellos, pero como es costumbre en su filmografía no apela al género puro sino a la revisión. En cuanto al contenido, se prefiere la abstracción al discurso tangible. La construcción visual de la película parte de la luz y el color, de las texturas antes que de las formas. Es pues, una película sensorial. Destacan en ese sentido la dirección de fotografía de ‘Pili’ Flores Guerra y la dirección artística de Cecilia Montiel, así como la banda sonora seleccionada y dirigida por Leopoldo La Rosa, contraposición de la inmundicia y lo celestial.

Pese a la universalidad del mensaje, la película además es un llamado de atención al momento real del país. Los jóvenes como Ramón exaltados con su propio entendimiento de la justicia serían los mismos que tomarían primero las aulas y luego las armas en el enfrentamiento interno que desangró el país durante más de una década. Ante ellos, la pobreza material y moral de una sociedad ensimismada por el hedonismo se convierte en el causal perfecto para justificar su accionar criminal.

Lombardi, como en ninguna otra película hasta la fecha, consigue explotar un guión bien elaborado acompañado de una propuesta estética lograda. El crimen de Ramón y su asfixiante universo se convierte así en un caso extraño e irrepetible dentro de su filmografía.

 

Puede ver “Sin compasión” mañana en el Cineclub de Lambayeque (Av. Manuel Arteaga 401, Chiclayo) a las 7:30 pm. El ingreso es libre.

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