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El mismo planeta, distintos finales

  |   César Vargas / Muchas pelí­culas   |   Junio 19, 2013


La destrucción total del único planeta en el que podemos habitar los seres humanos ha encontrado dos fórmulas recurrentes de presentación: el gran espectáculo de acción pura y la reflexión trascendente. Presente en ambas está el carácter simbólico, la destrucción de todo lo conocido y establecido y el advenimiento de la incertidumbre. La distopía se complementa con el retorno forzoso a un estado previo de existencia, de vuelta (o mejor dicho, retroceso) a lo elemental y salvaje que llega al extremo de ver a la Tierra sin humanos. “After Earth” (2013), de M. Night Shyamalan, propone un retorno a la Tierra en el segundo registro. La vuelta involuntaria de dos soldados al planeta de origen los enfrenta con una naturaleza que ha vuelta a tomar el control de su destino y de sus fuerzas. En los días después de mañana, ya no hay espacio para los humanos, que no supo utilizar los privilegios de la dominación.

Las causas son múltiples, pero vinculadas con el accionar de una especie humana que todavía conserva impulsos primarios pese a estar rodeados de artilugios tecnológicos sofisticados. Esta paradoja de la evolución parece ser el desencadenante de la destrucción que sí resulta global e inclusiva. 

“Doctor Strangelove” (1964), de Stanley Kubrick, es el comienzo de este final. Kubrick parodia la guerra fría y la crisis de los misiles entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El destino de las dos potencias mundiales y del mundo entero se ve sometido al capricho de un grupo de militares burdos y políticos cobardes, que dan órdenes y ejecutan planes como si se tratara de un juego de mesa. Lo que viene después es incierto, pero con seguridad nada agradable. 

“El planeta de los simios” (1968), de Franklin J. Schaffner, es un clásico del género. Los astronautas liderados por Charlton Heston se pierden en un planeta lejano gobernado por la opresión de simios parlantes y del oscurantismo. Los humanos de aquel lugar han vuelto a la naturaleza, enmudecidos y víctimas de la cacería furtiva. Recién al final de la película se descubre la identidad del planeta que resulta ser la versión futura horrenda de la Tierra.

A diferencia, y también a similitud, la Tierra del robot de “WALL.E” (2008) es un mundo sin presencia humana, es un planeta devastado por la contaminación, pero donde la naturaleza y la humanidad encuentran refugio y una nueva oportunidad para volver a empezar. Aquí las máquinas juegan un doble papel: son creaciones y   muestra tangible de las capacidades de la especie humana al mismo tiempo que los padres de una nueva “humanidad”. Como ocurre con David, el niño robot de “Inteligencia artificial” (2001), el testimonio de nuestra especie queda marcado en sus acciones, las trascendentes y las letales, que nos convierte en creadores divinos o en eficientes verdugos.

Las alertas de la destrucción llegan a niveles colectivos e individuales. El fin de los tiempos es también el final del tiempo personal. “Posesión” (1981), de Andrzej Zulawski, analiza la condición humana, registra la perdición en los placeres mundanos, en el ostracismo que lleva al aniquilamiento. La película, ambientada en Berlín, retoma los temores del holocausto nazi y la división del territorio alemán posterior a la Segunda Guerra Mundial. Se advierte sobre un punto tantas veces discutido, pero del cual nunca está de más hablar.

Los viajes en el tiempo también nos advierten sobre el destino del planeta. La versión de “La máquina del tiempo” del 2002, muestra a la humanidad atormentada por miedos inducidos, el sometimiento es psicológico y de pesadilla, tanto como lo que le pude esperar a nuestra especie en los billones de años que se supone hay por delante. 

“Slow down” (1996), película de noruego Jurgen Sterenged, muestra una humanidad con un presente postizo. Las personas de un supuesto presente son en realidad mascotas creadas genéticamente para el entretenimiento de la nueva especie dominante, unos seres acuáticos grotescos e intransigentes que sin notarlo están cometiendo los mismos errores de los seres humanos a los que tanto desprecian, la naturaleza es burlada una vez más y así hasta el infinito.

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