CULTURA

Olfer: “El arte es nuestro oxígeno colectivo”

Locheros entrevistó a Olfer, el autor del mural que hace unos días fue cubierto con propaganda política en Lima y que generó diversas reacciones de rechazo en las redes sociales. El artista, quien ha realizado varios murales en nuestra región (especialmente, en Mórrope y en la caleta San José), nos precisó algunos detalles de lo ocurrido, así como su postura sobre el arte y su relación sobre el espacio público y la política.

  |   Jorge Luis Alvítez   |   Junio 20, 2025

 

¿Cuándo y cómo te diste cuenta de que tu mural había sido cubierto por propaganda política?


Hice un mural en el parque Unión de Comas (Lima) dedicado a la infancia. Era un proyecto muy interesante, parte de una gestión cultural colaborativa con los barrios. Años después, pasé por el lugar y descubrí que lo habían cubierto con propaganda política. Le tomé una foto y compartí el hecho en mis plataformas.

 

¿Qué sentiste al ver que una de tus obras había sido intervenida de esa manera?


Lo que sentí fue indignación. Es un trabajo al que dedicaste tiempo y cariño, y que pintaste junto a la comunidad. Que lo cubran con propaganda política demuestra una profunda falta de respeto hacia el arte público y hacia la identidad del barrio. Es increíble la falta de empatía: podrían haber pegado sus carteles en cualquier otro lugar, pero eligieron precisamente el rostro de nuestra obra, como si el espacio que creamos colectivamente no tuviera valor.

 

¿Ha ocurrido antes algo similar con tus obras en otras ciudades o distritos?


De esta naturaleza, no había ocurrido algo similar: que colocaran carteles de propaganda de partidos políticos directamente sobre los rostros de obras de arte público. Considero que un mural en la calle tiene un proceso dinámico, donde se establece un arraigo que perdura en el tiempo, pero que también se transforma, ya sea por el cambio climático, el deterioro de los materiales o la propia interacción del arte urbano.

Es decir, espacios donde otros artistas pueden intervenir, repintando y transformando la obra. Sin embargo, en el año 2015, el entonces alcalde de Lima, Luis Castañeda, mandó pintar de amarillo unos espacios donde se encontraban seis obras de mi autoría y más de treinta murales de artistas urbanos. Ese acto, al igual que el actual, no forma parte de esa evolución natural del arte callejero, sino que representa un acto de censura y una falta de respeto al patrimonio cultural urbano.

 

¿Qué representa ese mural y por qué elegiste la imagen de una niña?


Como mencioné, el mural está ubicado en Comas, Lima. El rostro de la niña retrata a una pequeña de Tarapoto, pues fue inspirado en la hija de una familia de migrantes tarapotinos que vivía en el barrio. Les tomamos fotos a ellos y, juntos, creamos la obra. Simboliza a todos los niños de nuestra diversidad cultural, a los niños del Perú multicultural que crece en nuestras ciudades.

 

¿Puedes hablarnos del trabajo que realizaste en Mórrope?


En Mórrope he creado dos murales significativos. El primero, en una comunidad campesina, rescata la identidad cultural vinculada a la tradición mochica y a la preparación ancestral de la chicha. El segundo retrata a Úrsula Ventura, una mujer mayor de Mórrope que preserva este saber tradicional.

Ambas propuestas fueron concebidas como actos de memoria y homenaje a estos valores culturales. Creo firmemente que el arte en Mórrope debe servir como puente entre su glorioso pasado y el futuro que merece. Esta tierra carga con una historia milenaria, pero también enfrenta graves desafíos actuales: una fuerte crisis institucional y casos de corrupción que han marcado a la comunidad.

A través de estos murales busco no solo reflejar la riqueza histórica, sino también los valores que, como sociedad, debemos fortalecer: la integridad, la preservación cultural y el orgullo por nuestras raíces.

Desde tu experiencia, ¿cómo se respeta o vulnera en Chiclayo y Lambayeque el trabajo de los muralistas y artistas urbanos?
Chiclayo ahora tiene un gran trabajo artístico-cultural en muralismo. He visto de cerca festivales e incluso una colectiva de mujeres que viene pintando mucha identidad. Conozco a La Chata Pintado, por ejemplo; es una amiga que está gestionando varios proyectos. Felicito esas gestiones y su lucha, especialmente desde la perspectiva de las mujeres, que es muy importante.

Justamente en San José, donde estuve entregando mi última obra escultórica, pude conocer de cerca lo que representa la Señora de Chornancap y ese poder cultural e histórico que tiene. Ahora se está pintando mucho sobre ella en murales. Creo que hay bastante perspectiva para lo que viene siendo el muralismo en la región. También quiero mencionar a Raf Arte, uno de los maestros del arte urbano, chiclayano radicado en Lima.

 

¿Qué opinas de que, en época electoral, se utilicen los muros y espacios públicos de esta manera?


En época electoral, el oportunismo político es evidente: nos inundan con sus campañas —eso es contaminación visual— y, después de las elecciones, ni siquiera lo borran. Los políticos de turno —o mejor dicho, los politiqueros— ofrecen el oro y el moro con tal de ganar elecciones o asegurar un curul. Su único objetivo es perpetuar un sistema mercantilista, capitalista y neoliberal, sin ningún interés real por la nación ni por los pueblos. Un claro ejemplo es este Congreso y esta dictadura encubierta en la que vivimos.

Mencionaste que algunos políticos “se pasean admirando la cultura, pero dañan murales”. ¿Podrías profundizar en esa crítica?
Al carecer de una auténtica visión de nación y de pueblo, no dudan en destruir y vulnerar las obras artísticas que, precisamente, surgen de nuestra identidad cultural. Para ellos, el arte público no es más que un obstáculo para sus intereses mezquinos; pero, irónicamente, se pasean por todo el Perú valorando nuestras culturas. Puros oportunistas. A eso me refería.

 

¿Crees que en el Perú hay una cultura de respeto hacia las expresiones artísticas en la vía pública?


Se está construyendo una cultura de respeto y valoración. Antes de 2015, la situación era más nefasta. Después de ese año, hicimos una denuncia en Indecopi y logramos cambios: incorporamos en la legislación que la destrucción de murales es un delito. Ahora hemos generado un precedente, algo que considero fundamental para la historia del arte público en el Perú, porque permite hablar con más amplitud sobre los derechos de autor, derechos patrimoniales y el derecho a la comunicación de la obra de arte.

Estos eran temas que muchos artistas callejeros desconocíamos, pero que aprendimos sobre la marcha. Hoy creo que se discute más al respecto; muchos artistas urbanos me comentan sobre esto, y hasta puedo orientarlos con algunos alcances. Incluso hay abogados especializados en el tema. Sin duda, ahora hay mayor conciencia.

 

¿De qué manera crees que el arte urbano contribuye a la memoria colectiva y al sentido de identidad en los pueblos?


Lambayeque, al igual que gran parte de Latinoamérica, tiene una historia profundamente arraigada, desde sus lenguas originarias hasta sus primeras civilizaciones. Creo que el arte tiene la capacidad de recordarnos de dónde venimos, y esa búsqueda de identidad es algo que los artistas fusionamos con las necesidades del presente. Por eso, el arte urbano y el muralismo siempre han mirado hacia adentro: el Perú tiene esas características, aunque a veces los peruanos no tengamos plena conciencia de ello. El muralismo nos acerca a esa memoria. Imagínate salir a trabajar y encontrarte con murales que reflejan tus raíces.

Sin embargo, hoy también hay muchas cosas que deben transformarse en el país, y el muralismo cuestiona eso. Nos interpela como sociedad: ¿hacia dónde vamos?, ¿qué queremos? La vulneración de derechos fundamentales es un tema que se está plasmando mucho en las paredes. Puede verse en mis últimas obras, donde abordo tanto lo que sucede en el Perú como en el mundo. Lo de Palestina, por ejemplo, es un tema urgente: ya hemos pintado varios murales al respecto en Trujillo.

 

¿Qué mensaje te gustaría dar a los vecinos, artistas y autoridades a raíz de este hecho?
 

El arte público es nuestro oxígeno colectivo. El muralismo ha estado presente desde los primeros humanos que se comunicaban en cavernas hasta los frisos de los santuarios moches. El arte siempre nos ha acompañado.Hoy, las paredes son nuestro lienzo para continuar esta tradición milenaria. La muralización ofrece una gran oportunidad: pintar con la comunidad, inspirar a niños que descubren su talento al vernos crear y reconstruir nuestra memoria visual.

A las autoridades les pido políticas culturales serias: más murales, más monumentos, más cine. El arte no es decoración; es lo que nos alimenta el alma. La humanidad necesita humanizarse a través del arte. Si bien existen algunas políticas municipales y regionales, son insuficientes. Necesitamos un verdadero compromiso estatal que entienda que, donde florece el arte público, florece la identidad.

 

Y para terminar, ¿vas a realizar otros proyectos en Lambayeque?


Estamos enfocados en varios proyectos. En Mórrope prepararemos nuevas obras sobre ceramistas. También tenemos programado pintar en San José un mural dedicado a las tejedoras tradicionales, proyecto que ya estamos coordinando con la Municipalidad de San José. Estamos en las últimas gestiones para comenzar a ejecutar estas obras. Sobre la marcha, iremos sumando nuevas propuestas que la misma comunidad nos solicite, porque nuestro trabajo siempre dialoga con las necesidades culturales del territorio.

Una de las esculturas más grandes e importantes de mi carrera es el Monumento al Pescador Artesanal, ubicado en la plaza principal de San José e inaugurado en marzo. Esta obra representa el espíritu del trabajo y homenajea a los trabajadores que construyen nuestra sociedad día a día. Los pescadores artesanales —quienes garantizan nuestra alimentación— enfrentan hoy a las transnacionales pesqueras y a la contaminación de nuestro mar. Este monumento es mi reconocimiento a su lucha, pero también un acto de memoria histórica y reivindicación popular. A través del arte, visibilizo su valor como guardianes del ecosistema y pilares de la soberanía alimentaria.

 

Foto: Olfer y su asistenta junto al monumento al pescador en la caleta San José.

*Perfil: Olfer Vladimir Leonardo Fernández es escultor egresado de la Escuela de Bellas Artes del Perú. Se dedica a las artes visuales y al muralismo. Comenzó como artista urbano desde muy joven, con graffiti, y luego desarrolló el muralismo, pintando en diferentes partes del Perú y fuera del país. Actualmente, se  dedica a la creación de monumentos y murales.

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