Política

El arte también cuesta

La columna del director   |   Gerardo Carrillo   |   Febrero 03, 2015

Contrariamente a lo que creen algunos desubicados, las personas con más dinero en Chiclayo no son las que más pagan por arte, quizás eso se dé solo en el momento de comprar un libro caro en Crisol, una pintura o fotografía en específico (muy raro por aquí) o pagarse un curso particular, pero NO en la asistencia constante o siquiera mínima a eventos artísticos (aunque para algunos el ambiente cultural sigue siendo muy pobre). Al menos, en la capital del viento, esta es la realidad que percibo desde que me dedico a la gestión cultural, con tropiezos y luces, desde finales del siglo pasado.

El primer problema es el consumidor tan ligero y “gilero” que habita estos lares, ese adulto que paga 20, 30, 50, 100 soles y disfruta del tonazo cumbiambero con posible levante o el concierto con un artista o banda “híper comercial”, el universitario (a) que se aloca por ir a Night, Magno, Tavitos, Toñitos, Tontitos a ver ricos “potitos” o “cueros” y no a un recital, conferencia o concierto  no comercial de 5, 7, 10 o 15 soles que, en casi varios de los casos, son gratuitos (y en donde también van chicos y chicas originalmente lindas). Pagar por una publicación cultural e independiente por igual o menos de lo que les costaría una chela o una tortita de choclo, hasta los que se alucinan muy o medianamente cultos, les duele hacerlo. Simplemente, en su chip no está incluido pagar por una entrada de teatro o a un recital (pero sí de Cineplanet), es mejor regalar flores de Rosatel que algún polo, morral, artesanía o diseño de un artista local. Hay para los tragos, para el hotel, para los condones, para las pastillas y otros “afrodisíacos”, pero no para la cultura. 

Otro problema son las empresas locales cuyo apoyo, casi en su totalidad, termina siendo risible, decorativo, figurativo, simbólico. A pesar de que la región mantiene una constante actividad comercial, gracias a su estratégica ubicación, eso no repercute en otros sectores como la educación o la cultura. No se debe olvidar que Chiclayo es el centro de distribución de los productos que van al norte (Piura, Tumbes y Ecuador), al sur (Trujillo, Huaraz, Lima) y al oriente (Jaén, Cajamarca, Iquitos, Tarapoto). Sin embargo, ¿alguien recuerda alguna cruzada o iniciativa de una empresa por la lectura, la educación, el arte, la cultura en general? ¿O con dar unos pasajes, el hospedaje o alimentación por uno o dos días realmente se hace lo que culturalmente necesita esta región con diez universidades y empresas con muy buenos ingresos?

Un tercer aspecto son las autoridades tanto municipales y regionales que hasta la fecha han demostrado no tener ningún plan cultural. En realidad si no pueden mejorar ni lo que ellos consideran “importante” menos lo harán con lo que consideran “superficial” y que ayuda a generar dudas en los ciudadanos con respecto a su realidad y su calidad de vida como lo hace el arte y la educación.  

No se debe permitir que nuevas iniciativas culturales corran el mismo final que otros interesantes espacios que en los últimos años aparecieron como O sole mio, Ochocalo, Quincha, Tuta Upi, etc. y que, en su mayoría, por el poco apoyo empresarial, la baja asistencia de público y de ingresos, tuvieron que cerrar (aunque más de uno quisiera abrir cuando las condiciones mejoren y así crear el circuito alternativo de arte que tanto necesita la ciudad y la región).

 

Foto: Olga Elizabeth Escurra capta la imagen final del emblemático refugio de artistas O Sole mio.

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