Política

El problema de la tierra

Han transcurrido casi 100 años de la publicación de 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui, y los problemas en nuestro país parecen ser los mismos. La mayor parte de las tierras pertenecen a  4 o 5 grupos económicos, y el resto a decenas de miles de familias campesinas.

Peruanitis, por Omar Benel   |   Omar Benel   |   Febrero 16, 2012

Antes de iniciar el tema, quiero anunciar que Peruanitis ya tiene una comunidad en Facebook. Allí pueden encontrar las columnas semanales que publico en Locheros.com. Además, publico artículos e informaciones que me parecen interesantes y divertidas sobre la realidad peruana.

Y ya que menciono la frase ‘realidad peruana’ me parece increíble que el libro 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui, cuya primera edición se publicó en 1928, aún tenga vigencia en pleno 2012. Es decir, tenemos los mismos problemas de hace casi 100 años. 

Y lo menciono porque los mismos problemas de antaño nos persiguen sólo que con una versión más moderna y con diferentes personajes. En el libro hay dos capítulos muy importantes que son El problema del indio y El problema de la tierra, que en verdad, como dice Mariátegui son uno mismo.

Actualmente hay dos problemas que replican los mismos problemas de antes. El primero es el problema del agua y el segundo el de la propiedad y el acceso a la tierra. El caso del proyecto Conga es el problema del agua y el caso de una intención de limitar la propiedad de la tierra es el segundo problema.

¿Cómo es posible que sigamos hablando de los mismos problemas? La respuesta es muy sencilla: porque la gente sigue gobernando con los mismos principios conservadores, es decir, aquellos que favorecen a los más ricos y poderosos en detrimento de los más pobres y menos poderosos.

Los campesinos de los Andes no van a salir de la pobreza porque una gran empresa se convierta en la dueña de la tierra y les dé un trabajo con un sueldo miserable o de subsistencia. En sus casas muchos no tienen luz, ni agua, porque simplemente no son rentables y el mercado no invierte donde no hay rentabilidad. Por lo tanto, ¡que se jodan! Esa es la mentalidad que ha predominado durante la historia. Y pobre de aquel que la cuestione, inmediatamente se convierte en un paria.

Si uno ha viajado a los Andes podrá comprobar que los campesinos andinos aman la tierra, aman trabajarla y labrarla. Esa es una costumbre y una visión y estilo de vida que ni los colonizadores pudieron entender. Los colonizadores, ciegos y cortos de entendimiento y de visión, transformaron al hombre andino en un esclavo que sacaba minerales de la tierra, subvirtiendo su naturaleza agrícola y apego a la tierra. 

Hoy, siglos después, la visión conservadora que monopoliza la discusión mediática sigue empecinada en lo mismo: que el Perú es un país minero. Cuando la minería emplea a pocas personas de las localidades donde extrae los minerales, les paga mal, los maltrata (la mayoría no tiene beneficios sociales), y les contamina su tierra, su aire y sus fuentes de agua. 

El campesino andino no quiere trabajar para la empresa, que es la versión moderna y sofisticada del gamonal y el terrateniente. El campesino quiere trabajar para sí mismo, trabajar su propia tierra y vender sus productos. Pero qué puede hacer si no tiene muchas veces carreteras o ferrocarriles para acceder a los mercados. Qué puede hacer si no tiene tecnologías de riego, si depende del agua de la lluvia. 

Y para eso no basta la intervención del Estado, sino de todos los peruanos. Todos debemos de cambiar el ‘chip’. Un ejemplo de eso es el programa Sierra Productiva (sierraproductiva.org). Este programa ha logrado que familias que tenían un ingreso de 150 soles al mes pasen a tener ingresos de hasta 2 mil 500 al mes. Este programa desde su fundación en 1995 ha sacado de la pobreza a más de 35 mil familias (175 mil personas). 

¿Y qué hace este programa para lograr esta transformación? Usar la tecnología adaptada a la sierra peruana para elevar y mejorar la producción del campesino andino. Ahora los campesinos tienen agua todo el año, semillas mejoradas y asesoría. Son propietarios, son productores y son libres. Y qué ha hecho el Estado, darles la espalda hasta el momento. En 2009, el ministerio de Agricultura del gobierno de Alan García les negó la ayuda porque como política solo pueden atender a quienes posen más de 20 hectáreas. Es decir, dejó de lado al 95% de las unidades productivas. Para quien no lo sabe, el Perú rural está compuesto en su mayoría en pequeños propietarios. 

¿Y qué está haciendo el Gobierno hoy? Si bien ha empezado a elaborar un censo agrario, lo que es algo positivo, quiere seguir con el programa fallido de Sierra Exportadora de Alan García.

Otra medida es que está tratando de implantar es la limitación de la propiedad de la tierra. Y claro, salieron diciendo que se trataba de una nueva reforma agraria, de comunismo, etc., etc. Señores, hasta en Europa se limita la propiedad de la tierra porque simplemente el territorio agrícola de un país es limitado y no puede estar en manos de un oligopolio. 

Actualmente 4 grupos concentran la mayoría de las tierras agrícolas en el Perú. El Grupo Gloria —de los hermanos Rodríguez Banda— está primero con 81.000 hectáreas, nada menos que el tamaño del área urbanizada de Lima. En segundo lugar está el Grupo Romero con 32.000, en tercer lugar el Grupo Oviedo con 21.000 y en cuarto el grupo Dyer con 20.000. Y las malas noticias son que estos grupos pretenden expandir sus fronteras. Al final 4 o 5 grupos económicos concentrarán el 80% de las tierras agrícolas y un 20% quedará para decenas de miles de familias campesinas. El escenario perfecto para la explosión de un nuevo conflicto social. 

No nos olvidemos que lo que llevó a la Reforma Agraria de Velasco fue la intransigencia de la clase conservadora. Belaúnde ganó por primera vez la presidencia en 1963 porque prometió una Reforma Agraria que no pudo aplicar porque la clase conservadora, es decir los gamonales y terratenientes, ligados al odriísmo y apoyados por los apristas impidieron la aplicación de la reforma en el Congreso. Al final, muchos opinaron que hubiera sido mejor haber dejado a Belaúnde hacer su reforma agraria que padecer la de Velasco. Parece ser que actualmente, estamos en una situación parecida. ¿Queremos que se repita el pasado?

 

Foto: justomedio.com

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