CULTURA

Reflexión de un retorno a clases

APUNTES COTIDIANOS   |   Claudia Incháustegui   |   Marzo 15, 2021

 

Desde niña, cada inicio de año escolar despertaba emoción en mí al punto de que una noche, antes de ir a clases, apenas dormía unas horas. Me sentía mayor porque había avanzado a un grado más y a eso le sumaba las ganas de lucir el uniforme, escribir en esas primeras páginas de los cuadernos nuevos, saludar a mis amigos que no había visto en las vacaciones. Tantas ganas de corretear en el recreo y reír a carcajadas con mi mejor amiga.

Hoy se cumple un año desde que la situación dio un giro completo en la vida de miles de niños peruanos. Ellos han iniciado un nuevo año escolar y la manera de conectar con sus compañeros ha sido mediante una videollamada Zoom. Han saludado a su nueva maestra, observan su rostro, pero tal vez no se imaginan de qué tamaño es porque la pantalla solo les permite observar la cara y los hombros. Algunos se habrán puesto el uniforme del año pasado y otros se mantendrán en pijama. No habrá carpetas para rayar ni esa complicidad con el amigo del costado. Regresaron las clases, pero de modo virtual y, aunque una buena parte ya esté familiarizada, hay otra realidad que se mantiene ajena a esa modalidad por razones que también escapan de sus manos.

Los efectos de la pandemia produjeron una deserción de gran escala en todos los niveles de la Educación Básica Regular. 210 868 alumnos del país interrumpieron sus estudios en el 2020 por la falta a un servicio básico, o acceso a un dispositivo móvil con internet, en especial en zonas rurales y urbano marginales; y como si esto fuera poco, los colegios particulares se negaron a reducir sus pensiones. Esto en un contexto donde la economía del país afectó a los pequeños y medianos empresarios, los colegios privados perdieron el 25 % de sus estudiantes. ¡Qué horror!

Cambiar las aulas por el aprendizaje desde casa fue un desafío que asumieron las familias y el precio de la salud emocional también se vio afectada. Padres y madres sumaron a sus responsabilidades diarias la tarea de convertirse en maestros de sus hijos. Entre el estrés y agotamiento de la crianza, la obligación del trabajo remoto o la exposición en la calle por sus actividades laborales, también se sumaron las clases de Aprendo en casa, los grupos de Whatsapp con la profesora, y la urgencia de enviarle las evidencias de las tareas desarrolladas. Agradezco que mi hijo aún no vaya al colegio.

Padres desesperados, maestros familiarizándose con plataformas digitales y descubriendo nuevas formas de llegar a todos los estudiantes. Indicadores del Minedu pidiendo notas, metas y evidencias a los maestros aún ajenos a un chat. Un Gobierno que nos palabreaba con la posibilidad de darles tablets a todos los niños del Perú. Una pandemia que arrasó con madres y padres de niños y adolescentes que han quedado en la orfandad (10 900 en total). El país hecho un caos. 

¿Cómo se puede pensar en enseñar y aprender en tiempos donde la incertidumbre y retraso han prevalecido durante décadas? ¿Cuál es el reto que deberían tener maestros, padres y estudiantes en este año bicentenario? Son demasiadas las cuestiones, pocas las respuestas. Si algo bueno ha quedado de todo esto es que los niños y jóvenes que sí tuvieron posibilidad de acceder a las clases virtuales o de Aprendo en Casa, se adaptaron y respondieron de la mejor manera. En tanto, los otros, los no privilegiados, han lidiado con la realidad de su hogar y una nueva normalidad que no les permitió ejercer su derecho a la educación como les correspondía. Se han hecho más fuertes, sí, pero no necesitamos darles tragedia para que crezcan en ese sentido.

Este 2021 es un año crucial para la historia del país. Si bien continuamos con la presencia del coronavirus y hay un nuevo gobierno encargado, el escándalo político parece no acabar y, como ciudadanos, lo único que nos queda es empujar el carro en la medida que se pueda. Bailar con nuestro pañuelo. 

Un nuevo año escolar ha empezado. Maestros que terminan su día muy de noche, revisando evidencias, preparando clases, lidiando con sus problemas en casa, y deseando que mañana no se les corte la señal. Padres y madres que negociarán si acompañarán a sus hijos en sus tareas o pedirán ayuda, rogarán que sus hijos este año retomen el grado que dejaron en el 2020 y pedirán tener salud para cuidar de ellos. Niños y adolescentes que tal vez han despertado con la emoción de explorar su aprendizaje, una vez más, con la tecnología, y otros que desearán que las vacaciones continúen para no subir al cerro y buscar el punto de conexión más estable de su zona. 

Somos un país diverso, desigual, injusto, con poca memoria, pero con una juventud que está despertando poco a poco. Cada decisión que como ciudadanos tomemos afectarán a nuestros hijos. Por eso es tan importante la educación, el civismo, para votar informados. 

Hoy ha empezado un nuevo año escolar y, aunque mi ánimo como profesora de educación superior no esté al tope, confío en que los alumnos de las escuelas y colegios hagan de este país un lugar ideal para ellos y las futuras generaciones. Regresamos a clases, y si bien no estaremos en las aulas físicas, las virtuales serán, al menos, ese espacio para sentir su emoción y entender sus realidades. ¡Cómo se extraña la emoción escolar de antaño!

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