Política
¿Se puede dejar de ser «idiota»?

Columna Pública | Alex Neira | Octubre 09, 2014
Siguiendo al filósofo Fernando Savater, la palabra «idiota» proviene del griego idiotés, utilizado para designar a quien no se metÃa en polÃtica, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás (PolÃtica para Amador). Ahora bien, cualquier persona con mayorÃa de edad —esto es habiendo alcanzado plena ciudadanÃa—, por el hecho de descreer de la polÃtica, no ser un asunto constantemente actualizado, y más bien un espacio del vivir aborrecido con visceralidad, no significa las cosas deben seguir igual hasta el último suspiro. Bien, se puede dejar de ser «idiota».
Las personas mudamos de
parecer luego de reflexionar, sea por experiencias personales o demás. Este
tipo de conductas incÃvicas son por ignorancia más que nada, nadie es idiota
por decreto divino o por decreto legal. Claro, se dirá que esta posición de
vida —pues no es sólo teorÃa— se debe a lo que se entiende de la polÃtica en
relación con quienes la ejercen directamente, es decir por los supuestos
polÃticos en actividad —o sea quienes ocupan cargos o representan partidos o
agrupaciones polÃticas (puesto que en democracia al final de cuentas polÃticos
somos todos)—. Pero esa forma propia del ciudadano común para afrontar la
polÃtica, ante todo, saca a la luz la crisis en ciudadanÃa que padecemos, pues
el problema no es tanto los polÃticos incrustados en cargos y puestos de
envergadura, sino, la acre evidencia de una ciudadanÃa pasiva, que en
definitiva permite a estas personas seguir vulnerando la legalidad y la punidad
garantizada por la correcta aplicación de las leyes.
No
obstante, ya creciditos —creciditas—, en educación cÃvica por supuesto, se
comprende que nadie deberÃa desentenderse de su comunidad, de la sociedad.
Explicarte, eso se aprende, eso diferencia a la persona que se fue de la que se
es, en la disposición y técnica para explicar. Puesto que la polÃtica jamás
obliga o solicita admiración o lealtad, más bien procura el criterio y una
cÃclica revisión. Te toma como alguien con libre albedrÃo, ya autónomo, con
sentido inquisitivo, capaz de argumentar y no dejarse llevar por sensiblerÃas,
propuestas emocionales, cuando se trata de situaciones públicas, de cosas o
hechos tanto tuyos como de los demás ciudadanos.
Cierto —nos decimos en profundo silencio— pensar en los demás es antes
que nada pensar en uno: en nuestro propio bienestar. Ese bienestar que ya no
está en nosotros mismos y nuestro espejo, como los grandes narcisistas que
fuimos (y egocéntricos también), ahora queremos competir, imitar
conscientemente, «emular», tomar partido, plantarnos muy firmes en posición
contraria a ciertas costumbres, pareceres y actitudes, y sabemos que sólo se
puede hacer entre iguales. Se entiende, por último, los demás son bastante
diferentes a nosotros en gustos y modos de vivir, pero somos pura y simplemente
gotas de agua en cuanto a necesidades y sentimientos hacia nuestros seres
queridos, por los cuales inclusive darÃamos la vida, para qué negarlo.
Y bueno, muy comprensible si no te metÃas en polÃtica, y a la vez
serÃa genial en el presente andes averiguando cada vez más acerca de este
conocimiento «y manera de ser ante el mundo».
Y es que después de todo, si florece tanta ignorancia en civismo —no
ya entre ciudadanos marginados o menospreciados sino entre privilegiados de
clase media acomodada a más—, se debe en primer término a los politiqueros que
vienen décadas infectando la televisión comercial de señal abierta con
informaciones manipuladas, desinformaciones o subinformaciones al fin y al
cabo, manejando a la sociedad en los temas generales. En otras palabras: nos
vienen volviendo idiotas sistemáticamente. En efecto, no es tanto que se sea
«idiota», como podrÃa considerarse a primera vista. La opinión pública es
producto de oscuros asesores antes que del sentir de la población. Estos
sujetos, qué duda cabe, son efectivos en lo suyo, pues eso que utilizan para
reforzar sus mentiras —las estadÃsticas—, mantiene embobada a las más de las
personas, a pesar de haberse expandido su modo de proceder, es decir el hecho
de ser como grandes grupos empresariales —claro, con fines mercantiles—, y por
eso mismo notician sobre quienes tienen de su lado y omiten o marginan a quienes
les dan la contra o se ubican en oposición a sus planes.
Por ello, estas elecciones municipales y regionales a puertas son bastante más que un periodo de propaganda politiquera y la inminente obligación de votar para no acabar pagando una multa (por lo menos para ti —si te da la gana— podrÃa ser asÃ).
Alex Neira es abogado y escritor. Es presidente de la Asociación Civil Cultural Sócrates. Esta columna fue publicada en la revista Locheros, edición número 3 (octubre). La revista la puede adquirir en quioscos del centro de Chiclayo, la Alianza Francesa (Cuglievan 644) y en Mr Rock (Lapoint 619).
Ilustración: Arturo Belano.
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