Política

Construyamos un nuevo tipo de sociedad

CONCIENCIA CRÍTICA   |   Miguel Ángel Huamán   |   Mayo 06, 2022

La gran interrogante de los tiempos actuales es la siguiente: ¿cómo explicar que vivamos en una época con tanta ciencia, conocimiento y tecnología, pero que como civilización hayamos fracasado al haber agudizado hasta el asombro los males anteriores de la humanidad? Para nadie es un secreto que la esclavitud, la miseria, las pestes, la ignorancia, la hambruna, la sequía, las migraciones forzosas y otras desgracias de siglos pasados siguen vigentes en el mundo moderno. Asimismo, dada la gran explosión demográfica generada por el sistema capitalista, estos males se han incrementado hasta involucrar a millones de personas. 

Después de la hecatombe de dos Guerras Mundiales sucesivas, con millones de muertos, las esperanzas de la humanidad de iniciar un horizonte de paz, desarrollo y bienestar parecían concretarse cuando nacen, cuatro meses después de la finalización de la Conferencia de San Francisco, las Naciones Unidas. Estas empezaron a existir oficialmente el 24 de octubre de 1945, después de que la Carta fuera ratificada por China, Francia, la Unión Soviética, el Reino Unido, los Estados Unidos y la mayoría de los demás países signatarios. Ahora, casi 80 años más tarde, ¿las Naciones Unidas siguen trabajando para mantener la paz y la seguridad internacionales, brindar asistencia humanitaria a quienes la necesitan, proteger los derechos humanos, defender el derecho internacional y garantizar la vida en el planeta en lucha contra el cambio climático y el calentamiento global?

Lamentablemente, este foro internacional tendiente a promover la cooperación y la solidaridad en la Tierra acaba de aprobar la suspensión de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos con 93 votos a favor, 24 en contra y 58 abstenciones. Esta decisión en el marco del enfrentamiento económico, diplomático, comercial y militar entre el bloque Occidental (Estados Unidos y sus aliados de la OTAN) y el bloque Oriental (Rusia, China e India y sus aliados) pone a la humanidad ante el peligro de una conflagración mundial por el riesgo de polarización, incremento de sanciones y acciones que hagan escalar el enfrentamiento armado. El escenario previo a la Segunda Guerra Mundial parece repetirse, pero ahora los países en pugna poseen suficientes artefactos atómicos para extinguir siete veces la vida en el planeta.

Aunque supuestamente la moratoria es simbólica y no práctica, ya que no obliga a Rusia a tomar ninguna medida y no está sujeta a sanciones diplomáticas, militares o económicas de ningún tipo, esta aprobación justo en el mecanismo establecido en el 2006 para hacer frente a situaciones de violaciones de los derechos humanos y formular recomendaciones pone en evidencia la subordinación de los ideales iniciales del organismo internacional a los intereses geopolíticos del país que ha hegemonizado desde su fundación las Naciones Unidas y en cuyo territorio está la sede oficial: los Estados Unidos. La crisis del ente ecuménico referido fue reconocida hace más de quince años atrás cuando se detectaron los siguientes problemas: requerimientos burocráticos excesivos para presentar los informes, superposición de órganos y funciones, mecanismos de ejecución poco flexibles y propensos a la duplicación y disparidad entre los mandatos y los recursos asignados. Estos se intentaron corregir, pero la injerencia constante de los intereses económicos y políticos de las naciones poderosas lo impidieron. Esta permanente intromisión alimentó la imagen de la entidad como servil al sistema capitalista, sobre todo por la poca efectividad para prever, impedir y solucionar los conflictos bélicos.

Desde la fundación de la Naciones Unidas, Estados Unidos ha invadido militarmente los países siguientes: China (1945-1946), Corea (1950-1953), Indonesia (1964-1965), Vietnam (1959-1975), Líbano (1983), Libia (1986), Golfo Pérsico (1990-1991), Somalia (1993-1994), Bosnia Herzegovina (1995), Sudán (1998), Afganistán (1998), Yugoslavia (1999), Afganistán (2001-2021), Filipinas (2002), Irak (2003-2011), Somalia (2007), Libia (2011), Yemen, Pakistán, Somalia (2011-2012) e Irak y Siria (2011-actualidad). En ninguna de estas ocasiones se le excluyó de ningún consejo o comisión, no le impusieron sanciones económicas, tampoco entregaron armamentos a sus contendores bélicos ni fueron expulsadas de la OTAN ni de la Unión Europea las naciones en desacuerdo con dichas medidas. Tal como ocurre en el presente con Rusia respecto al reconocimiento y respaldo militar a las provincias disidentes de Ucrania, luego que desde 2014 este país no implementara los acuerdos que pusieron fin al conflicto armado interior.

¿Cómo explicar la transformación de un organismo mundial y un acuerdo internacional para convertir el mundo en comunidades de nacimiento en lugar de comunidades de fe, en un ente retórico y burocrático? La mayor evidencia de este fracaso la encontramos en el mínimo conocimiento de la importancia y significado de las Naciones Unidas para conseguir “la paz, dignidad e igualdad en un planeta sano” como reza su lema. A pesar de que ha emitido documentos de diagnóstico y propuesta sobre prácticamente todas las problemáticas humanas (educación, cultura, economía, salud, derecho internacional, desarrollo, ecología, etc.), la gran mayoría de ciudadanos, profesionales, funcionarios, comunicadores, trabajadores y jóvenes desconocen que por la Declaración Universal de Derechos Humanos “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Si en el Perú y el mundo se hubiera formado a las nuevas generaciones en la casa, en el colegio y en la universidad bajo la tutela de estos criterios enarbolados por las Naciones Unidas el abuso, la discriminación, la prepotencia, la corrupción, la impunidad y la violencia no se hubieran difundido ni incentivado la crisis sistémica que el modo de vida actual padece. En todos los colegios y universidades peruanas, públicas y privadas no existe una unidad, oficina o área para integrar en los programas de estudios simultáneamente a los aportes de la investigación científica las campañas, eventos, pronunciamientos y documentos de las Naciones Unidas, pero paradójicamente sí existen capillas y profusas actividades religiosas.

Ante esta descomposición de la vida, nos preguntamos cuál ha sido el papel de los intelectuales, académicos, profesionales y cuadros egresados del sistema científico y universitario mundial. Apoltronados en sus cargos y privilegios materiales han perdido la sensación de urgencia y avalado con su silencio la acción de quienes solo piensan en incrementar sus beneficios en lugar de exigir respeto a los derechos de todos los seres humanos. Atravesamos una “situación postsocial”, definida en Después de la crisis. Por un futuro sin marginación (2010) por el sociólogo francés Alain Touraine como consecuencia de la dominación de la economía sobre la colectividad. El capitalismo globalizado destruye los vínculos entre los productores y la sociedad, ya no es posible soluciones internas a las crisis, porque no pueden ser solucionadas mediante reformas y un mejor control nacional de las operaciones financieras en la economía mundo.

La estrategia del liberalismo ideológico capitalistas ha impuesto a la intelectualidad científica y académica mundial la obligatoriedad de responder con urgencia a las crisis sucesivas y reiteradas. Así, durante décadas se ha adaptado y modificado la tarea educativa integral de profesionales y ciudadanos solventes y éticamente responsables hacia una formación en función de las necesidades del mercado del capital. Una pléyade de profesionales, académicos e investigadores mediocres, anuentes, sin conciencia crítica ni social, han extendido la prédica a favor del dinero y las ganancias por el planeta. 

Debemos recuperar la creación de una nueva sociedad como el objetivo del conocimiento y la tecnología humana, en lugar de paliar o enmendar las crisis interminables que impone el sistema capitalista.  Rechazar la imposición de la supuesta urgencia y perentoriedad del mercado en nuestro sistema educativo como si la pérdida de algunos puntos en el Producto Bruto Interno, el Ingreso Per Cápita o la Tasa de Inversión fueran catástrofes como un terremoto o una erupción volcánica. Solo en esas situaciones naturales las intenciones y metas de las personas o ciudadanos cuentan muy poco, no son tan importantes. Las decisiones de las políticas financieras del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o los organismos defensores de las transnacionales, monopolios y corporaciones deben ceder su importancia hacia la tarea de la creación de una nueva economía y un modo de vida mundial. Continuaremos con la exposición de esta perspectiva en las próximas entregas.

Imagen: revistavive.com

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