Política
¿Reparar o reinventar la educación?

CONCIENCIA CRÍTICA | Miguel Ángel Huamán | Junio 22, 2022
Vivimos unos tiempos en que la tecnología aceleradamente modifica la vida cotidiana. A diferencia del siglo pasado cuando un auto era una máquina costosa hecha para durar toda la vida, hoy gracias al desarrollo científico en el futuro se volverá obsoleto porque el motor a combustión de gasolina o petróleo, altamente contaminante, ruidoso, de servicio y mantenimiento costoso y permanente será sustituido por uno eléctrico silencioso ecológicamente amable. La rápida obsolescencia de los artefactos deviene una evidencia que en lugar de intentar arreglar o repararlos nos impone la adquisición de un modelo más ventajoso, eficiente y de más bajo costo. Sin embargo, estar al día en los últimos modelos o novedades sigue siendo una práctica para los sectores económicamente privilegiados, resulta más ventajosa la nueva tecnología que la reparación, pero no faltan las mentalidades retrógradas que afirman que “todo tiempo pasado” fue mejor,
En nuestro Perú una postura como la señalada, ya extinta en el mundo, como dicen “goza de buena salud”, en congresistas, políticos y funcionarios, financiados por las universidades negocio, que pretenden “reparar” la educación universitaria. Se trata de un vehículo, un ascensor hacia el progreso, el desarrollo y el estatus alto de la sociedad que estaba obsoleto desde hace tres décadas, pues seguía con la fórmula de tiza, pizarra y exposición magistral. El proceso de pauperización de la educación pública y simultáneamente de privatización del sistema universitario condujo al crecimiento indiscriminado sin control de universidades particulares. El objetivo primordial de estas no era ofrecer una formación integral, científica y profesional de calidad para el desarrollo del país, sino ingentes ganancias para los dueños por las exoneraciones tributarias. Gracias a este beneficio surgieron enormes edificios modernos como campus en todo el territorio nacional, construidos por las empresas inmobiliarias de los mismos propietarios.
La oferta de educación superior se incrementó, pero las universidades orientadas hacia el mercado devaluaron la exigencia académica para “fidelizar” a sus clientes, hasta convertirla en instrucción de mano de obra, memorística y repetitiva. La crisis del sistema se puso en evidencia en la disminución de la investigación científica y tecnológica de la nación, por la ausencia de una capacidad crítica innovadora debido al crecimiento de titulados, pero con una formación científica y profesional mediocre. La Ley de Reforma Universitaria aprobada el 2014, demorada en su aplicación por la resistencia en su contra, apenas tuvo tiempo para supervisar, controlar la calidad mínima de la enseñanza y no autorizar el funcionamiento de aquellas que no garantizaban el esfuerzo de los padres de familia para que sus hijos lograran una educación superior con estándares mínimos.
Los casi dos años de pandemia y clases virtuales a distancia incidieron en un descenso notorio de la educación nacional. Las clases en la universidad empeoraron porque la didáctica obsoleta de enseñanza, cuyo protagonista era el docente, con la educación a distancia se volvió en simples conferencias en video y en la repetición memorística de contenidos. Sin mínimo soporte técnico por el pésimo servicio de internet y sin didácticas interactivas que exigían a los estudiantes una participación activa en la adquisición del conocimiento los resultados fueron muy deficitarios. Además, se dio inicio a una ofensiva por parte de los sectores interesados en el negocio de la educación universitaria con la complicidad de la clase política mediocre y conservadora contra la Reforma Universitaria que pretende retornar al pasado, reparar los supuestos grandes “atentados contra la autonomía”. En realidad, se trata de un retorno a la enseñanza de tiza, pizarra y exposición magistral totalmente a espaldas del rumbo de la educación superior en el mundo del siglo XXI.
Por el contrario, un líder internacional en el tema, en la 3ª Conferencia Mundial de Educación Superior, realizada del 18 al 20 de mayo de 2022 exigió otorgar la máxima prioridad a la formación universitaria porque es un derecho humano básico y el fundamento de la paz y el desarrollo sostenible. Nos referimos a la UNESCO, organismo especializado de las Naciones Unidas para la educación, que impulsa el progreso y la calidad de la enseñanza, fortalece la resiliencia y la capacidad de los sistemas nacionales para servir a todos los educandos. Asimismo, propone esfuerzos conjuntos para responder a los desafíos globales contemporáneos a través del aprendizaje transformador, con especial atención a la igualdad de género en América Latina y África. Resumiremos las ideas más valiosas de este documento de lectura indispensable para todos los comprometidos con la universidad y el desarrollo nacional.
Continuar como en el pasado o pretender retornar a este, no es suficiente ni aceptable para garantizar que las personas ejerzan plenamente su derecho a la educación superior si se pretende una sociedad libre, pacífica y justa. La UNESCO propone cambios urgentes y sustanciales que ayuden a reinventar la educación definir caminos claros en el futuro para la humanidad. Estamos obligados a mejorar las experiencias y los resultados educativos para todos, pero esta vía debe implicar a todas las partes interesadas, empezando por los estudiantes y los profesores, pero también a las instituciones de educación superior, los responsables políticos, las organizaciones internacionales, los socios de desarrollo, el sector privado, la sociedad civil, las organizaciones juveniles, los movimientos sociales y las comunidades locales. Todos ellos deben participar en debates de fondo sobre las diversas formas en que debe avanzar la educación universitaria.
Identifica seis grandes retos que es menester superar para reinventar para fijar una hoja de ruta viable: la ES. Entre estos se encuentran las siguientes transiciones y transformaciones: deviene indispensable la tarea de hacer posible el derecho de las personas a la educación superior, mediante un acceso equitativo, financiado y sostenible. Es decir, la propuesta de mantener y promover universidades negocio orientadas a las ganancias constituye una postura retrógrada que solo perpetúa el rasgo elitista, discriminatorio y, en ocasiones, ajeno a sus tareas públicas del sistema de enseñanza. La educación define el destino, el rumbo de un país. Este no puede estar en manos de quienes quieren ganar, llegar rápido, obtener fortuna.
En segundo lugar, establece la necesidad de superar un enfoque restrictivo en la formación disciplinaria o profesional centrada en la transmisión de información y su memorización. Se debe sustituir dicha visión obsoleta y orientar la enseñanza a una experiencia de aprendizaje integral del estudiante. Este implica su activa participación. Los jóvenes ansiosos de futuro profesional tienen que entender que las visiones políticas utilitaristas de corto plazo no brindan posibilidades para forjar un mañana distinto y un bienestar social. Si no crece tu entorno todo cambio es ilusorio. Debemos transitar de los silos disciplinarios a la inter y transdisciplinariedad, el diálogo abierto y la colaboración activa entre diversas perspectivas, entre ciencias y letras, entre investigación científica y tecnologías innovadoras. Los administradores de las universidades deben entender la necesidad de un enfoque de aprendizaje a lo largo de la vida destinado a atender las diversas necesidades educativas de jóvenes y adultos.
En tercer lugar, frente a la dispersión y la anarquía existente, que ha convertido la educación superior en un archipiélago jerárquico y débilmente conectado de instituciones y programas, se hace necesario crear y consolidar un sistema nacional integrado a lo internacional con diversidad de programas y vías de aprendizaje flexibles que se conecten para ampliar las oportunidades educativas de jóvenes y adultos y evitar los callejones sin salida. La internacionalización del sistema universitario demanda superar el provincialismo y el corporativismo miope que pretende formar hacia el interior de las fronteras cuando la economía, la ciencia y la tecnología han ampliado el horizonte a escala planetaria. Hay que educar para los futuros ciudadanos del mundo que defiendan nuestro medio ambiente y recursos para recuperar un futuro para la humanidad.
Por último, el modelo educativo orientado hacia el mercado y la calificación de la mano de obra para la industrialización está desfasado por los cambios tecnológicos de una economía del conocimiento y el semiocapitalismo. El sistema debe reinventarse orientándose desde la escolaridad hasta la educación universitaria hacia la investigación y la producción científica. Incorporar experiencias de aprendizaje pedagógicamente informadas y tecnológicamente enriquecidas en las que los estudiantes gestionan sus propios itinerarios de aprendizaje, guiados por una conciencia crítica y una imaginación humanística.
Lamentablemente, mientras muchos países vecinos se orientan hacia una educación responsable que forja nuevos líderes solventes capaces de reorientar el destino de sus naciones, como ha ocurrido en Argentina, El Salvador, Chile y ahora Colombia, en nuestro Perú por la mediocridad, la corrupción y el afán de protagonismo de las clase política nacional -la más incapaz del mundo-, buscamos volver al pasado o reparar nuestras leyes, el Estado oligárquico para perpetuar, conservar el ayer. ¿La pregunta es por qué hay esta tendencia absurda en nuestra patria? La respuesta es simple: no superamos los dos siglos de desgobierno de los herederos privilegiados de la colonia que carentes de capacidad y ética social se enriquecieron, migraron y se aprovecharon del país.
Esto explica que lo nuevos líderes de los sectores medios y populares encarnen un afán de revanchismo, de oportunismo ciego que pareciera afirmar el derecho supuesto de hacer lo mismo, repetir los errores del pasado al pensar soberbiamente en su entorno familiar o grupal. Esta perspectiva conservadora y reaccionaria es resultado de la desaparición de la formación integral y humanista encarnada en los cursos de historia, filosofía, literatura, ética y educación cívica. Estos al ser interpretados como inútiles porque atentan contra la tradición y las buenas costumbres, ubican al Perú entre las naciones más atrasadas del mundo. Muestra de ello es la voluntad de reparar la reforma universitaria y la eliminación de la enseñanza de los derechos humanos de niños y mujeres -asumidas por la Unesco-, calificados falsamente de “ideología de género. Necesitamos un cambio de abajo hacia arriba promovido pacíficamente por una desobediencia civil educativa y ética que forje nuevos líderes jóvenes para el mañana.
Fuente: 20minutos.es
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