Política
Divide y vencerás

CONCIENCIA CRÍTICA | Miguel Ángel Huamán | Diciembre 22, 2022
El título de esta entrega pretende resaltar que existe un vínculo estrecho entre el futuro del Perú y el del mundo en este siglo XXI. Más allá de la similitud de problemas por los que atravesamos en el plano nacional e internacional, son cinco los factores que compartimos los peruanos con el escenario mundial. Primero, la radical división en dos bandos irreconciliables entre personas humanas semejantes. Segundo, la todopoderosa labor de los medios sociales de comunicación para usar cualquier diferencia (lengua, raza, ideología, estatus, origen, creencia, género, edad, nacionalidad, etc.) para separar a la humanidad en dos polos confrontados y en pugna, a pesar de sus necesidades comunes. Tercero, el deterioro de la educación considerada un derecho humano, en tanto instrumento histórico de evolución civilizatoria, cuya consecuencia ha sido el crecimiento de la mediocridad y la incompetencia. Condición que constatamos en la cada vez mayor ignorancia de las clases gobernantes y las dirigencias políticas. Cuarto, la difusión y predominio de la corrupción política, económica, judicial, institucional, etc., que se fortalece por la impunidad. Quinto, el deterioro del medio ambiente y la destrucción de los recursos naturales que amplían las desigualdades de la población.
El “divide y vencerás” como estrategia política de la antigüedad europea, que tenía un carácter y usufructo colectivo, se ha integrado en la modernidad occidental con la religión del dinero y la ganancia para reducir su valencia a la individual y egocéntrica como figura del triunfo o el éxito material, indolente ante la comunidad. Al borde la conflagración bélica mundial, de la extinción por el armamento atómico existente y el calentamiento global, este autismo se ha convertido en el fundamento del modo de vida del capitalismo globalizado dominante. El capitalismo neoliberal depredador y despilfarrador, junto al falso comunismo desnudado como capitalismo patrimonial del Estado, son modalidades del mismo régimen del lucro y la explotación. La ley de la sobrevivencia del más apto y la lucha despiadada, propia del mundo salvaje, se han impuesto en la sociedad humana por la reducción del lenguaje a su uso confrontacional e instrumental.
Nuestra crisis de gobernabilidad y de proyecto de desarrollo social sostenible en el Perú aparece como simultánea y consecuencia de una práctica política internacional tradicionalista, simplificada, conservadora y tendenciosa. El actual sistema-mundo aparece como incapaz e ineficiente para orientar en democracia ante la complejidad, pluralidad y heterogeneidad humana emergente. El autoritarismo, la prepotencia y el abuso, de diferente color ideológico y credo fundamentalista, reinan en todo el orbe. Caminamos a una sociedad controlada por la información direccionada hacia cada individuo aislado, en base a datos de sus consumos traducidos en algoritmos o fórmulas matemáticas, que no solo prevén sus deseos, sino que anticipan su conducta. Esta renuencia a reconocer que los gobernantes mienten al sostener que no atravesamos una fase de profunda crisis, sino que gozamos de plena democracia y libertad, no sólo responde a la disonancia cognitiva o la negativa a reconocer hechos que contradicen o niegan nuestras creencias, sino también obedece a un mecanismo de defensa emocional de pérdida de memoria que niega la realidad evidente para no enfrentar los conflictos y problemas persistentes. Un amplio sector de población mundial y peruana se resiste a reconocer la necesidad de imaginar un nuevo régimen social o modo de vida con criterios de solidaridad y diálogo, por estar acostumbrado y engrilletado a sus ciegas prácticas privilegiadas.
La imagen global de la humanidad para el próximo 2023 es la de estar embarcada en el Titanic a punto de colisionar con el iceberg y zozobrar, mientras las personas acomodadas siguen bailando al compás de la orquesta del régimen, la reducida tripulación trabaja arduamente haciendo avanzar al barco y la mayoría desposeída sueña con llegar pronto a un destino mejor. En esas circunstancias, la responsabilidad ética recae en los cuadros capacitados conscientes (intelectuales, académicos, profesionales, científicos y humanistas), que deben abandonar su cómoda posición de observadores asépticos e indiferentes para superar la parálisis e impotencia que coloniza su acción y discurso. ¿Cómo salir de este círculo nefasto? Cuando ni la razón ni la experiencia son capaces de guiar nuestro destino a salvo solo nos queda prestar atención a prácticas de resistencia cultural y disidencia que alimentan una conciencia crítica. A partir de la difusión y asunción de la convicción de la necesidad de un nuevo pacto social plural hacia una era de cooperación y solidaridad internacional entre naciones y pueblos, podremos visualizar una civilización mundial que nos proyecte al infinito.
La cultura del espectáculo ha subordinado la ciencia y la crítica a la promoción del consumo evasivo y del entretenimiento. La tecnología informática permite el acceso superficial a competencias, habilidades y capacidades que dan la impresión de un auge cuando en realidad se trata de una sobreabundancia que vacía e inhibe su ejercicio efectivo y pleno. Es el momento de ejercer nuestra conciencia crítica porque para salir de la crisis tenemos necesariamente que recuperar un uso de la palabra como puente, vínculo afectivo y recíproco que nos posibilite imaginar un futuro diferente. Los seres humanos unidos, solidarios y fraternos entre sí, somos capaces por encima de nuestras diferencias y discrepancias de superar toda dificultad, rencilla o egoísmo, para conformar una familia, una comunidad de libertad y bienestar para nuestros hijos.
Es decir, recuperemos el uso cooperativo y dialógico del lenguaje, el mismo que nos ha permitido en el origen de nuestra humanidad superar a otras especies más numerosas y fuertes. Esta práctica libre del interés del lucro, enemiga de subordinar la vida a las ganancias de la industria militar, farmacéutica y de entretenimiento, asimismo es irreconciliable con el narcotráfico y la corrupción institucionalizada. La búsqueda científica y tecnológica, la labor eficiente de los profesionales y dirigentes no contaminados por el lucro, los jueces y gobernantes que cumplen impecablemente las leyes, el compromiso de los docentes con la tarea formativa integral de los estudiantes, así como la identificación de los jóvenes con la actividad artística y literaria, que esclarece los síntomas de los males de la sociedad, son las únicas prácticas alternativas que pueden orientar nuestra alternativa colectiva y solidaria para imaginar una civilización planetaria armónica con la naturaleza, sin abismales desigualdades, con un desarrollo sostenible que logre calidad de vida para todas las naciones.
Finalmente, necesitamos ser claros y precisos para superar esta etapa pletórica de retos: los falsos doctores y aduladores del sistema caduco actual se perennizan en sus cargos sin mérito, ni capacidad ni vocación de servicio ni ética. No usemos lo señalado como única explicación o justificación causal porque la dimensión extrínseca no basta. Tenemos que realizar una lectura menos mecánica, no basada solo en factores externos, sino que tenemos que señalar nuestra responsabilidad y actitud como un aspecto intrínseco que exige una autocrítica responsable y sincera. Rompamos la apatía, la actitud camaleónica, la negativa a la acción discursiva y crítica. Retomemos la racionalidad de la imaginación y la fuerza ilocutiva del uso cooperativo del verbo para, en diálogo con la actividad artística y literaria, construir conciencia crítica colectiva, para la disidencia y la desobediencia civil pacífica. No podemos seguir como Arguedas, llamando, exhortando a algunos Doctores, sobre todo cuando los nuevo se arredran e inhiben porque se han detenido en sus cómodas palabras y homenajes. Tendrán los dictámenes, los cargos, las armas, los recursos e instrumentos sofisticados, para arrancar nuestros deseos de libertad y unidad, pero no podrán sacar nuestros sueños de nuestros corazones. Recuperemos la palabra solidaria para articular y solucionar nuestras discrepancias, no caigamos en el juego de los mercaderes de la guerra, las armas, la injusticia, el narcotráfico y la corrupción organizada. Acaso el Perú y el mundo se salve de morir solo latiendo, unidos y juntos.
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