CULTURA

Porno Star: una búsqueda desesperada de empleo

SERENDIPIA   |   Varykino Aarón   |   Marzo 14, 2022

Es un poco complicado analizar cortometrajes sin hacerse el crítico, deporte que practicábamos asiduamente en la universidad cuando nos tocaba visualizar el trabajo de nuestros compañeros. En el aula nos destrozábamos mutuamente diciendo que había vacíos en la historia, que los actores eran fingidos, que la iluminación no era la correcta, que la música estaba muy alta y más parecía un videoclip o que, simplemente, la historia era mala y no merecía la pena. Con todo y ello nos presentábamos sin desparpajo a cuanto festival hubiera, porque soñábamos que algún día seríamos reconocidos por nuestro trabajo y el mundo se rendiría a nuestros pies.

Fuera de los mitos que se tejen alrededor de los cortometrajes, estos suelen ser piezas artísticas únicas en las que no solo se valora el producto final, sino el esfuerzo que se realizó para conseguirlo. Quienes tuvimos la desgracia de pasar por la nacional podemos dar fe de las carencias y limitaciones que envolvían todas las producciones en las que nos embarcábamos, por lo que defendíamos a capa y espada nuestros trabajos y hacíamos lo posible para que el público nos diera la razón. Alguna vez ganamos el segundo puesto de un festival con un cortometraje hecho a base de propinas y el esfuerzo de amigos que les gustaba el teatro, lo hicimos frente a cierta universidad limeña que se enorgullecía de tener mejores acabados y el lujo de contar con actores reconocidos en el medio dentro de sus historias, por lo que, cada vez que veo un cortometraje, valoro más lo que está detrás que lo que veo en la pantalla, pues la visión del equipo trasciende todos y cada uno de los cuadros que nos muestran en pantalla.

Así pues encontré hace poco Porno Star, un corto de Yashin Bahamonde y Nelson Mendoza (Chiclayo), premiado en 2011 por el Ministerio de Cultura y el Festival de Cine de Lima y que me llamó la atención por lo cotidiano de su propuesta.

Odio Lima, nunca me gustó, me parece una ciudad sucia, arisca, difícil de digerir para quienes nos hemos criado en las apacibles tierras chiclayanas, y verla reflejada tan desnuda, tan auténtica y sin edulcorantes, no hace más que aportarle valor a una historia que está afuera y le puede ocurrir a cualquiera.

La historia se centra en Luca (Manuel Gold), un joven que vive con su padre (Miguel Yza) en una situación económica difícil, reflejo de lo salvaje que puede ser la vida en la capital. Al encontrarse ajustado por las deudas, el personaje mayor reniega del hijo y lo conmina a buscárselas para aportar a la casa, pues todos tienen que hacer el esfuerzo si quieren sobrevivir a las circunstancias que los rodean. Es así que el film nos enseña cómo este muchacho, impulsado por un anuncio de periódico, tienta al destino buscando un rol en una película pornográfica «La jarana del sexo», para la cual se presenta y, en palabras del director, es el indicado para el papel principal, pues lo encuentra atractivo.

Si bien la historia nos muestra un panorama aciago para el joven, las situaciones en las que se ve envuelto son bastante hilarantes, pues son escenarios cotidianos, que bien podrían reflejar nuestra propia realidad y sus bemoles. La historia empieza tibia, pero va ganando fuerza hasta lograr atraparnos, aunque valgan verdades que hay ciertos momentos en que se presentan detalles difíciles de entender porque, supongo, responden a un lenguaje cifrado que ha escondido la dupla creativa dentro de la historia para que, quien lo entienda, goce de esos detalles puntuales.

¿Recomiendo el corto? ¡Pues claro!, dura algo de 20 minutos y, en serio, es tiempo bien invertido. Al menos, a mí, me recordó mis épocas universitarias y revolver esos recuerdos me sacó una sonrisa más que nostálgica. ¡Bien por los directores!

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