Hoy quiero hablarles de mi libro «Como decía mi abuela Carmela». Sí, ya sé que tal vez no sea justo de mi parte reseñar un libro que escribí yo mismo, pero les garantizo que voy a ser lo más objetivo posible para que sean ustedes (como ocurre con cada una de mis reseñas) quienes den la última palabra en darle una oportunidad o no.

El proyecto de «Como decía mi abuela Carmela» nació en mi época universitaria (allá por el 2002 y cuando ella aún estaba viva) y estaba enfocado en realizar un documental que recogiera algunas frases recurrentes que soltaba en casa cuando la situación lo ameritaba, al cual se sumaría una especie de monografía en la que describiría, de manera sucinta, todas y cada una de aquellas frases para que el documento quedara como un complemento del documental. Mi abuela murió unos meses después de plantearle la propuesta y el proyecto quedó sepultado en mi memoria.

No fue sino a raíz de que empecé a escribir aquí en Locheros.pe que empecé a tener, llamémosle, un cierto ritmo de escritura, y la respuesta de ustedes me motivaba a escribir cada vez más, reseña, tras reseña, con tal de fomentar la lectura y el interés por hallazgos especiales que encontraba por ahí (razón por la cual esta sección cultural se llama: «Serendipia»). Ese ritmo que empecé a alcanzar con mi escritura y el tiempo de reflexión que pasé durante el encierro, me movieron una noche a escribir la primera entrada del libro, una frase que siempre repetía mi abuela: «¡Sabes Pedro cómo andamos y se te da por cortar orejas!». Quedé contento con lo que escribí y tras mostrárselo a unos amigos durante mi cumpleaños supe (en ese preciso instante) que el momento de retomar el proyecto había llegado.

El libro trata sobre la vida de mi abuela Carmela, narrada a través de frases que ella gustaba repetir en situaciones muy particulares que se sucedían dentro de nuestro hogar o con sus amistades. Cada frase es un viaje en el tiempo en el que te invito a conocer cómo era la vida en la época de mi abuela, con descripciones que van desde cómo era la ciudad y período en que vivió sus años mozos (pues nació en 1915), pasando por cómo fue evolucionando tanto la sociedad chiclayana, hasta llegar a su viaje ineludible al más allá, como suelen decir los creyentes.

El libro puedo compararlo con el primer disco de una banda nueva. En él encontrarás temas que de ley serán un hit y le gustarán a todo el mundo, al punto de que hasta podrían ponerse de moda por un tiempo. Otros temas serán más o menos normales, como para quienes una vez enganchados con la banda, los atesorarán como parte del ADN de la misma y servirán para reconocerla cuando publiquen un nuevo trabajo. Por el contrario, habrá también dentro del disco canciones de relleno que pasarán sin ton ni son por esos primeros oyentes y formarán parte del repertorio «olvidable» de la banda, pero que para los verdaderos fanáticos será como apartarse de lo comercial y apreciar las notas más auténticas del grupo. Básicamente, eso tienen que esperar del libro.

En cuanto a la estructura son cuatro capítulos que encierran una temática determinada que aglutina las frases de acuerdo a las coincidencias tanto de la temática como de la narrativa. Sumado a estos cuatro capítulos, encontrarán un prólogo en el que cuento cómo fueron los últimos días de mi abuela, para cerrar con un epílogo en que mejor ya no les cuento para no entrar en «spoilers».

Cuando pienso en la obra en su conjunto la valoro como un homenaje a mi abuela, de eso no hay duda alguna, pero también la visualizo como un compendio que recoge nuestra tradición oral chiclayana, con modismos y situaciones muy de nuestra tierra. Como dice en la reseña de la contraportada «Es un relato íntimo costumbrista en que el autor hace un viaje reflexivo a través de la vida de su difunta abuela. Describiendo con soltura y desparpajo, mediante ocurrentes frases típicas de la época y otras de cosecha muy particular, una historia llena de tradición y recuerdos familiares».

El libro es una obra en conjunto, la cual recibió el apoyo de reconocidos ilustradores chiclayanos, quienes pusieron todo su talento para plasmarlo entre sus páginas y que, junto a las fotografías familiares cuidadosamente retocadas por un genial fotógrafo chiclayano, buscan (de alguna forma) tender un puente a las nuevas generaciones para acercarlas a la lectura, pues como ya he dicho en este espacio, poca gente lee y menos los jóvenes. Sin embargo, creo que el esfuerzo por llegar a ellos, a pesar del lenguaje un poco altisonante de la obra, puede ser una primera ventana para adentrarlos al mundo de la lectura y ayudarlos a valorar el pasado.

Les garantizo que van a reír, llorar y reír nuevamente con todas y cada una de las frases y anécdotas que las envuelven. Quizás, y esto es un anhelo muy personal, despertará en el público ese bichito de querer compartir las frases familiares de sus hogares y hacer un movimiento de reivindicación para con la sabiduría de estos dichos populares que forman parte de nuestra historia y cultura. Sólo espero que se den la oportunidad de leerlo y compartir su magia con el resto.

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