CULTURA

Un Juan Gil

Diario de iluminaciones   |   Gerardo Carrillo   |   Noviembre 26, 2015

Llego a la casa del fotógrafo Juan Gil y por el celular me responde: “Enviaré a un muchacho a que abra la puerta”, pero quien aparece es él con esa picardía famosa entre quienes lo conocen. Me invita a subir al lugar donde ha dejado “la inspiración”. En el segundo piso me señala un cuadro con la fotografía de un hermoso bodegón que tiene como elemento central a un loche. Me reitera, como en una ocasión anterior, que “ese cuadro es tuyo”. Yo algo dubitativo celebro el regalo porque pienso que se puede tratar de una de las típicas bromas de Gil.

Tanto el primer piso como el segundo se aprecian fotos amontonadas junto a la pared y otras colgadas que resaltan la destreza de este maestro de la fotografía. Viene a mi mente una parte de nuestra conversación telefónica, previa al encuentro, que me hizo sonreír: “Tengo cuadros botados como Van Gogh”.

Entro a un patio amplio donde tiene un teclado en el que me demuestra sus avances: “Para Elisa” de Beethoven, “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky hasta el clásico soundtrack de la película “Rocky”. La chispa está en sus manos y no solo para la fotografía. Esa de la que le prometo escribir mientras le cuento sobre “Influencia”, la pequeña tienda de arte que estoy por abrir y que tendrá cuadros de diversos pintores y fotógrafos locales, una escultura de LED que no está a la venta, además de ropa, adornos, libros nuevos, usados y de culto, entre otras piezas artísticas.

Por su parte, y con evidente satisfacción, me cuenta que ya es capaz de construir sus propios marcos, atriles y soportes para sus fotos. Es un niño feliz por construir sus nuevos juguetes de madera, de pulirlos y de pintarlos para finalmente exhibir sobre ellos sus impresionantes fotos de momentos, de calles, de personas, de Lambayeque. Ese talento que ha forjado por más de 20 años y del que he sido testigo cuando trabajé junto a él en La República y recorríamos las calles para cumplir con las comisiones que nos asignaban Yoyse o Soto.

Antes de llevarme diez cuadros que estarán pronto a la venta en “Influencia” (Izaga 360, Piso 2), Juan me da a escoger entre dos tipos de marcos para el cuadro del bodegón que me obsequiará. Luego de observarlos con minuciosidad, elijo uno que no está del todo pulido y que finalmente me conducen a cambiarlo por el otro, el cual Juan se preocupa por dejarlo con el nylon listo para que lo cuelgue. Sonriente ve su obra acabada, y como se las nombra a las obras en el mundo del arte (“Un Van Gogh”, “Un Picasso”, etc.), sentencia con cierta gracia… “Un Juan Gil listo”.

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