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San Valentín: sacrificio, amor y placer

  |   Claudia Odar / La esquina de una niña mala   |   Febrero 13, 2012

¿Hasta qué punto las mujeres enloquecen por el famoso San Valentín? El 14 de febrero nunca significó absolutamente nada para mí. Las tiendas y comerciales nos ofrecen todo para hacer feliz a nuestra pareja. Yo me pregunto: ¿qué diferencia tendría regalar un oso de peluche, unas rosas, un chocolate en lugar de una buena noche de polvo? Ese sería mi regalo perfecto.

En cambio, conozco de algunas mujeres que le dan al 14 de febrero un efecto religiosamente importante en la relación, como la navidad a la familia. Supe de una amiga que esperó darle el “sí” al chico con el que salía para en adelante celebrar sus aniversarios en esa fecha. Supe de otra que en el primer mes de enamorados le regaló un cuadernillo de tres hojas impreso con caricaturas de ellos dos, donde le ponía todo lo ñoño que se le pudo venir a la cabeza: “eres mi osito de peluche”, “mi amorcito bello y pechocho”… ¡puaj, me da alergia!

Entre todo lo que somos capaces de hacer las mujeres, también sé de aquellas que para dar con el regalo perfecto consultan el horóscopo, ponen en google “el mejor regalo para él según su signo”. O aquellas que para mostrarse ante los ojos del novio como la perfecta futura esposa (linda y hogareña) preparan una hermosa cena romántica a la luz de las velas, o desde el modo más práctico, unas deliciosas “chocotejas” con nueces (para el amor, como la pela argentina). Supongo que es cuestión de gustos.

Y para continuar con este recorrido épico de San Valentín, también supe de otra amiga que viajó hasta otro país para darle el encuentro a su chico. Días previos al 14, con noches fantásticas de alcoba, alistó todo para esa fecha. Compró el disco que él quería, llevó buena lencería para sorprenderlo, y gastó dinero en ese viaje. A la hora de la hora, el sujeto no se apareció y mi amiga quedó vestida y alborotada. Se quedó dormida en el hotel hasta el día siguiente. Por la tarde, abrió su Facebook (maldita red), y ¡oh sorpresa!, el fulano subió nuevas fotos al lado de otra mujer (a la que besaba feliz), y un estado en su muro para hacer trizas el corazón de mi amiga: “El mejor 14 de febrero fue contigo, gracias por esta fabulosa noche. Te amo”.  

Las mujeres somos así, cuando se nos mete algo a la cabeza o a nuestra cosita, no nos quedamos tranquilas hasta asegurarlo. Hacemos de todo, manipulamos todo para que sea el día perfecto, incluso nuestro período, como una amiga que tomó unas píldoras anticonceptivas con tal que le diera el gustito al hombre y tuviera su noche perfecta sin los días feriados.

El síndrome de “busco el regalo san valentinesco” genera situaciones como estas: mientras el novio de mi prima aparecía en un carro lujoso y sacaba un cadena de oro y una canasta de rosas rojas, mi novio aparecía con un ramito de tres rosas rojas envueltas en celofán, solo tuve que decir “gracias amorcito”. Pero supongo que así como estas anécdotas los hombres padecerán un síndrome parecido al de nosotras. Los tacaños siempre pondrán la excusa de “no hay nada que reemplace el estar con tu pareja caminando de la mano”, “una carta es mucho más romántica que un peluche”, “San Valentín es para los soñadores, conmigo no va”.

Por mi parte, este año quiero que San Valentín signifique algo, no importa con quién, por ahí tengo un excelente candidato, aunque la verdad creo que finalmente optaré por ir a un bar, y para amenizar mi noche pediré un orgasmo, lo tomaré suavemente y esperaré a que te acerques. ¿A qué? No lo sé, pero esta vez no solo quiero abrir las piernas. 

 

Foto: Raffo Rioja

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