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Él me convirtió en niña mala

  |   Claudia Odar / La esquina de una niña mala   |   Febrero 20, 2012

“S” no se cansa de follarme y yo no me canso de ser su amante. Con total finura me desviste como si fuera la primera vez y me lleva a la cama para desprenderme de todo y solamente entregarme al placer. Sí, “S” y yo somos amantes, cómplices extraños del placer y eso me gusta. Tanto como el primer día que lo conocí, aquella vez tuvo la capacidad de enloquecer a esta niña y convertirla en una mujer que año a año se perfecciona con él en el sexo. “S” fue mi primera vez  y no lo cambiaría por nada aunque sea un amor prohibido.

“S” se dedicó a endulzar mi oído con frases que se alejaban de lo romántico, lo racional. Se ofreció a regalarme una tarde de placer y yo acepté bajo su encanto de hombre superado, libre y autosuficiente. Me atrajo desde el primer instante en que lo conocí porque no me inspiraba miedo, sino confianza. Tragos van y tragos vienen. “S”  me miró fijamente y avergonzó el hermoso color de mis ojos. Caí redondita. Me dejé sin pudor hacer todo lo que quiso. Él con deseo entendió lo que estaba pasando, y me enseñó como a niña a deslizar suavemente la tira del brassiere, me acostumbró a enloquecer cuando su lengua rozaba con dulzura mis tiernos pezones, y sus manos cobraban vida propia al toquetearme la espalda, o apretarme los glúteos.

“S” usó palabras dulces por momentos para hacerme sentir cómoda, calificativos que me hicieron sentir “especial”, y que con la intensidad de nuestras respiraciones fueron variando a cosas dulcemente obscenas y perfectas. Si tengo que calificarlo, diría que es un hombre a carta cabal, porque comprendió que ese encuentro casual sería inolvidable para mí, porque supo hacer del momento una ocasión para convertirme en lo que hoy soy, una mujer enamorada del placer.

Él tiene esa magia que pocos desbordan en chiquillas como yo. Sabe qué decir, qué hacer, cómo convertirte en su presa sin que te des cuenta, cómo hacerte delirar cuando aún no empieza lo que desea de verdad. Es un maestro a tiempo completo. Es por eso, que desde aquella primera vez me rehúso a dejarlo.

Nuestros encuentros han sido siempre así, en la cama, clandestinos, con la consigna de gastar la misma energía en el sexo. Me enseñó (con el tiempo) a familiarizarme con el Kamasutra, a entender que el sexo es egoísmo, es compartir, es disfrutar, no es reprimir. Que arriba es tan rico como abajo, que en el perrito la sientes toda como cuando él pone tus piernas sobre sus hombros, me enseñó a sentir. Y le estoy agradecida.

“S” se volvió mi personaje de ficción porque sólo al tenerlo podía sentirlo tan mío aunque en el bolsillo de su pantalón esconda el aro de matrimonio. Pero él no es de nadie, bajo sus reglas, es sólo un personaje libre de hacer y deshacer lo que desee, y lo admiro. “S” sé que es tan mío como de alguien más y no lo reprocho. Lo entiendo, lo entiendo tanto que no cuestiono nada, y sólo adoro la forma en que me llama siempre “niña mala” y yo le susurro “Mi Varguitas”, como la novela.

Es así que “Mi Varguitas”, desde aquel episodio en el que yo dejé de ser la niña de siempre, me volvió su niña mala, su consentida, su consejera, su acompañante sexual, su ángel de la guarda, su putita que nunca se alejó de él, y la misma que le ha jurado una eterna lealtad sexual. “Mi Varguitas”, no será sólo mi primera vez, sino el de siempre, y no me importa si es casado, así lo quiero, aún con el gran pecado desde hace algunos años... de haberme enamorado de él.

 

Foto: Joy Paz

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