Blogs
Un orgasmo a solas

| Claudia Odar / La esquina de una niña mala | Marzo 19, 2012
Esta noche dormiré sola, extrañaré la piel y el baile de unos dedos fuertes deslizándose por mi espalda. Estoy decidida a compensar mis pasiones, recurriré a mis complacientes instintos y me hundiré en la infinidad de la sinrazón. SÃ, hoy haré el amor conmigo misma, y no saben lo bien que se siente.
Relajo mi cuerpo con una ducha caliente, mira cómo el jabón recorre mi cuello y baja suavemente por mis pechos, mi vientre… hasta la zona espumosa, rica, oculta. Cada gota se refugia en la capa de mi piel, humectada, limpia, mojadita, como si al encontrarse con mi cuerpo sumergiera con furia una descarga impúdica de sutil deseo.
Entonces me enjuago y al momento la toalla empieza un toqueteo curioso, casi con miedo sobre mi nuca. Poco a poco va deslumbrando con nuevos ritmos a mis senos, conquista a mis muslos con giros más suaves que anuncian el grito pleno del fin. Desea seguir rozándome, secándome, pero es imposible. La humedad es una cumbre inevitable a la hora de la soledad.
Quiero más, y decido caminar desnuda, poner luz tenue, algo de música. Miro la calle unos minutos apoyada en el balcón, me exhibo al mundo mientras que el viento abraza mis encantos descarados. Los autos a velocidad, la vecina con el perro, el escolar, la anciana barriendo su vereda, todos son tan minúsculos desde la altura donde los veo: acá, reina del mundo, de mi desnudez. Por ahà alguien me mira y le envÃo una reverencia frotándome los pechos. No hay más que decir, estoy excitadÃsima.
Echada en mi cama, humedezco mis labios con la punta de los dedos y froto mis pezones con sabidurÃa. Pienso en “Jâ€, “L†y “Câ€, en qué me harÃan los tres si me tuvieran como ahora, desnuda, ante ellos, dejándome domar por cada uno. SÃ, yo quiero sentir su respiración en mi piel y siento mi vientre agitado, histérico, hambriento. Mi dedo se convierte en el miembro que imagino en cada flash, donde la locura me transporta a relatos indecentes, y comienzo a jugar dibujando cÃrculos en el monte de mis pasiones.
Me pongo en cuatro, y simulo estar en un carrusel moviéndome de arriba abajo, meneando la cadera más y más rápido. Mis piernas pierden la firmeza, pero mis manos luchan por mantener esta deliciosa autocomplacencia. Mi respiración aumenta y mis dedos traspasan la naturaleza, cierro los ojos e imagino a “Jâ€, “L†y “C†montados en mi mundo en estos minutos.
La emoción es tan incontenible que los pequeños gemidos entre los dientes me traicionan y se hacen más intensos. Es aquà donde una buena verga me harÃa bien en la boca o dónde sea… la ausencia hace que mis ojos perdidos entre las paredes retraten momentos ardientes como una pelÃcula porno. Gimo, me muevo, me acomodo sobre la cama, me froto los pechos, juego con mis muslos y muy adentro los dedos bucean en un mar de orgasmos que me hacen estallar en un brutal gemido.
Sigo desnuda, enciendo un cigarro, mi mente deja en paz a “Jâ€, “L†y “Câ€, pero extraño el abrazo después del amor, el silencio cubierto de miradas, el calor y el sudor de otro cuerpo, la complicidad de la travesura, la alegrÃa de sus ojos. Hasta que digo ¡basta!, y empiezo otra vez el feliz ritual de los dedos.
Óleo: El origen del mundo (1866), del pintor francés Gustave Courbet.
Compartir en
Comentarios
Déjanos un comentario
Visita mas contenido
Da clic Aquí para que revise otras publicaciones sobre Blogs